Pregón de Semana Santa de Tordesillas del año 2016

Pronunciado el 19 de marzo en la iglesia de San Pedro de Tordesillas ante todo un pueblo enamorado de sus procesiones y un número muy destacado de cofrades.

Miembros del cabildo eclesiástico, Alcalde, Corporación Municipal, autoridades, Sr. Presidente y demás cargos de la Junta de Semana Santa, mayordomos y presidentes de Cofradías, señoras y señores, amigos todos

Señora de Tordesillas

déjame llorar contigo

que cuando vuelves a nos

esos tus ojos transidos

por el llanto de tu pena,

quisiera que los cuchillos

floreciesen en tu pecho

para convertirse en lirios.

Señora de Tordesillas,

hoy quisiera que mi escrito

se posara ante tus pies

como el profundo suspiro

de este humilde pregonero,

como el dulce compromiso

de quien ama la Pasión

y la muerte de tu hijo

porque sin Ella no hay vida,

sin Ella solo el abismo...

con Ella misericordia

para todos los nacidos...

Esta plegaria hecha emoción, puede valer lo mismo para vuestra "Virgen de la Peña, ramo/de silvestres amapolas" como la llamé un día ya lejano en el que tuve el orgullo de pregonaros las fiestas de septiembre desde el balcón del Ayuntamiento... Septiembre, en los últimos tiempos un mes también de pasión para todos los que habitáis en esta tierra tan hermosa como sufrida... Pero igual valdría como oración para la Virgen de la Caridad que es la imagen con la que, cada Viernes de Dolores, arrancáis el programa de procesiones de esta otra Semana de Pasión que vivís con la intensidad cristiana y el intenso recogimiento que reclama el ver morir al hijo de Dios, al hijo de María, dolorida en su camino de la Esperanza. San Pedro, Plaza Mayor, Santa María hasta la iglesia... Fue ayer cuando acompañasteis a la Madre, más esperanzada que nunca en este año de la Misericordia.

Un itinerario que volverá a recorrer mañana Jesús, llamado el Cristo, en su entrada triunfal en Jerusalén. Porque mañana, amigos míos, es Domingo de Ramos, tal vez el único día feliz de esta Semana de Pasión. Y por eso hay que cantarlo con la alegría de ver a un pueblo recibir con palmas y ramos de olivo la presencia del Señor en las calles, de saberle hecho hombre dentro de su divinidad. La ya célebre "borriquilla" conforma un paso donde, además del Cristo sobre la montura, figura una mujer portando una palma con su hijo en brazos (¿Recordáis?... "Dejad que los niños se acerquen a mi", dijo el Señor) y dos jóvenes que tienden un manto en el suelo. Toda la imaginería, realizada en cartón madera y decorada con pinturas al óleo, siguiendo un proceso totalmente artesanal, es obra del taller Arte Cristiano de Olot.

Mañana todos podremos cantar con un especial regocijo:

Hoy es domingo, domingo

(el viento lo va cantando

en el sol de la mañana)

hoy es Domingo de Ramos...

La gente estrena el milagro

de un alma color de rosa,

la primavera un sol ancho

y una ilusión las muchachas

que se ponen hoy de largo.

Hoy es domingo, domingo,

hoy es Domingo de Ramos...

Allá va la borriquilla

por la plaza y, a su paso,

en el aire tintinea

la voz de los campanarios.

Toda la Plaza Mayor

florece luego en los ramos

y en las palmas de los niños,

palmas rubias, bosque andando,

río de espuma amarilla,

niños vestidos de blanco,

colegialas de uniforme

con el "hosanna" en los labios.

Al azul de la mañana

le va el viento pregonando:

hoy es domingo, domingo,

hoy es Domingo de Ramos...

¡Jerusalén aquel día

sería un pañuelo blanco!

Pero, la alegría de los Ramos se convierte pronto en el Santo Rosario del Dolor que el lunes ve pasar en procesión al Cristo de las Batallas. Y el Rosario que más duele, se reza en las calles de la Villa y las oraciones, como el incienso, suben hasta el cielo del amor frente a un Cristo que vela en las batallas cotidianas, de cada día... en las batallas que no dejan muertos aparentes pero si fantasmas de uno mismo... En años no muy remotos, la figura de este Cristo subía desde la desaparecida ermita der las Batallas hasta el pueblo para salir en las procesiones de Semana Santa. Pero los nuevos proyectos, que todo lo destruyen, acabaron con la ermita para ejecutar las obras de la autovía y sus enlaces pero, ahora, la imagen sale de su actual ubicación en esta iglesia de San Pedro y es trasladado hasta la de Santa María durante la procesión del Rosario del Dolor... Hace bastantes años escribí un poemario que pretendía ser el recorrido del hombre en torno a su propia evolución. Y en ese poemario estaban estos versos al Dios que vigila en las batallas:

El canto de sirenas me sedujo

y el orgullo me apartó de tu lado...

Perdí toda la fuerza de tu influjo

y fui corcel sin riendas, desbocado...

Perdido y alejado de tu embrujo

"perseguidle, Dios le ha abandonado"

clamó a los cuatro vientos mi enemigo

y solo, sin vigor y sin consuelo,

muy lejos de tu seno que es mi abrigo,

caí bajo la espada del recelo,

zozobré en la tormenta del castigo...

En la hora de mi vejez, anhelo

el refugio de tus dones,

el agua cristalina de tu alberca,

el tono de tu voz cuando estoy cerca

y el afán de que nunca me abandones...

El Martes el viento arrastra aromas silvestres desde la orilla del Duero hasta el centro de la Villa por donde discurre Penitencia y Caridad a través del Camino del Cementerio a la Puerta de la Villa para después discurrir por Valverde, la Plaza Roma y San Pedro hasta la Plaza Mayor (siempre la Plaza Mayor como eje de los sentimientos humanos de cada tordesillano y como eje de los sentimientos divinos también)... En la procesión, el Cristo del Perdón y la Virgen de las Angustias y ese rumor de las oraciones que nacen en el pueblo y desde el pueblo alcanzan lo más elevado del cielo. El Cristo del siglo XVIII, despojado de sus vestiduras y arrodillado sobre un peñasco se le atribuye a Felipe Espinabete que lo trabajó en madera policromada y a tamaño natural. Nuestra Señora de las Angustias es, en realidad, una Piedad con el hijo en su regazo que trabajó en 1580 Adrián Álvarez... La noche ya todo lo envuelve y las estrellas de la primavera encienden el fervor en los corazones cuando pasa frente a ellos ese Cristo arrodillado sobre tantos espíritus de roca como se acumulan a sus pies, ese Cristo con los brazos apenas despegados de su cuerpo y la mirada perdida allá en el infinito como pidiendo disculpas al Padre por los pecados de los demás.

¿Por qué te humillas y por qué reclamas

el perdón de un error no cometido

si tu error es pecado desprendido

del fuego del amor y de sus llamas?...

Y si el pecado de amor que proclamas

me convierte en deudor a ti debido

¿Por qué entonces, Señor, yo no he podido

amarte con la fuerza que tu amas?...

Postrado y de rodillas en la tierra

me acojo a tu piedad y tu perdón,

declaro que soy yo quien ha pecado...

Que soy yo el que ofende y el que yerra,

el que debe enfrentarse a tu Pasión

y el que quiere sentirse avergonzado...

Porque, si subo junto a ti al Calvario,

seré de tu perdón depositario...

Mientras la Virgen, la Madre, le sigue con la mirada que apenas llega a distinguirle con tantas lágrimas como se la empañan. Después, a Santa María, hasta esa iglesia donde se entonará la Salve que es el himno a todas las madres que sufren lo que sufren sus hijos. Tordesillas, la Villa, sufre también lo que sufren sus hijos cuando ve cómo les atacan sin razón, cómo les humillan en su propia tradición, como les ofenden por ser fieles a lo que aprendieron de sus abuelos y recibieron de sus padres...

El Miércoles es un día de doble intención. Primero, se recrea el Vía Crucis en San Pedro para dar paso al Encuentro Infantil que alumbrará al Cristo de la Salud y a la Virgen de la Esperanza... Me gusta esta mirada que la Junta de Cofradías desliza hacia la base, hacia esa cantera que dicen los deportistas, los jóvenes, los niños que, en estos tiempos de material huida, tienen tanta, tantísima importancia porque ellos serán los depositarios de cuanto hemos ido haciendo quienes ahora somos mayores. Y mayores en edad, porque no me atrevo a decir que somos mayores en dignidad y gobierno... Posteriormente, a las once de la noche, con las estrellas colgando sobre un cielo tupido en luto, se inicia el Encuentro Doloroso. Jesús Nazareno ayudado por el Cirineo es una obra de 1768 que firmó Espinabete, aparece con su túnica morada por la calle de San Pedro. Por San Antón se asoma Nuestra Señora de la Soledad, virgen de vestir que camina bajo palio. Y Ella se da de bruces con El en la Plaza Mayor una vez más. Cristo arrastrado por el peso de tantas culpas como quiso expiar. La Virgen doblegada por el dolor de ver a su Hijo ofendido, insultado, recorriendo la Vía Dolorosa con la Cruz sobre sus hombres y regando a su paso el camino con una sangre que nos acerca a la salvación... El impulso es inmediato. Llorar junto a Jesús y confesar nuestras culpas al Nazareno con el deseo de exculparle ante Pilatos:

Señor, yo he colocado ese madero

en tu hombro llagado y dolorido...

Yo he cargado en tu espalda de cordero

el peso de un dolor desconocido...

Yo me siento un indigno pregonero

para cantar las fuentes de tu pena

y la pena de tu alma hace granero

con la pena que en mi alma se almacena...

No soy digno de estar en este estrado

ni es mi voz una voz limpia y serena

para lanzar al viento tu legado

que es llamada al amor y de amor llena...

Señor, yo soy el mismo que ha sembrado

la sombra de la Cruz en tu camino...

El mismo que en tu cuerpo lacerado

descargó todo su peso asesino...

Soy el más ruin de todos los humanos,

el menos generoso, el más mezquino...

Mas si mi mano se guía de tus manos

y tu perdón prendiera mi sentido,

entonces mi voz os llegará, hermanos...

Y a Ella, a la Señora, qué la diríamos en un momento tan señalado y en un marco tan espléndido por su geometría y por su tradición. Qué decirla si, aunque siempre acompañada por Juan el Discípulo Amado y por Magdalena, se nos presenta con el hábito de la Soledad... Hace años, en estas tierras nuestras de Castilla vivía una Madre viuda con su hijo sacerdote. La madre le cuidaba, le alimentaba, le cosía y vivía cada día, cada hora, cada minuto por él y para él. Una inesperada enfermedad mortal se llevó al hijo y la madre, embutida en el luto que vestía por fuera pero que la consumía por dentro, se aisló en su casa frente a quienes la decían aquello tan manido de "la vida sigue", "no te puedes encerrar aquí"... "Mi vida no sigue", respondió la madre, "porque mi vida se acabó cuando él murió"... A esta Soledad de María la vida se le va escapando poco a poco por los poros de su cuerpo, la vida se la va acabando mientras Cristo, su hijo, va dejando su vida humana tras los azotes, en el camino del Calvario para llegar hasta lo alto de la Cruz... Qué la diríamos a esta Virgen, que conoce bien cómo la vida, Su vida sigue gracias al sacrificio de Cristo. En nuestros corazones, a la Madre la hablaríamos como lo haríamos con nuestra propia madre. Algo así:

Quiero llenar tu Soledad de amor

porque llenes de luz mis soledades...

porque cubras de fe mis impiedades,

purgo mi soledad en tu dolor...

Quiero aliviar tu pena en el calor

de mi sed infinita de bondades

porque tu inmensa sed de eternidades

alivie la ansiedad de mi rigor...

Quisiera ser, Señora, compañía

en esa Soledad de tu amargura...

Quisiera ser, Señora, día a día,

el sostén de tu triste desventura

porque nunca le falte a tu agonía

el beso de mi voz hecho ternura...

Jueves Santo. El Jueves Santo Jesús celebró la Pascua con sus apóstoles, siguiendo la tradición judía. Esa tradición indicaba que se debía cenar un cordero puro y del año. Con la sangre de éste se debía rociar la puerta en señal de purificación puesto que, si no se hacía así, el ángel exterminador entraría en la casa y mataría al primogénito de esa familia (décima plaga de Egipto), según lo relatado en el libro del Éxodo.

No sé si os habéis dado cuenta de que hoy, 19 de marzo, es la festividad de San José a quien siempre se ha dejado al margen de la Pasión de Cristo. Evidentemente, porque había muerto muchos años antes. Sin embargo, la Torá judía pedía que el cordero puro y del año debía repartirlo el padre de familia. San José, a quien este año metemos por las veleidades de la casualidad dentro de la Semana Santa, no pudo hacerlo y, por eso, lo hizo el propio Jesús. A mí, se me antoja que en esa última cena, Cristo está presente en la segunda persona del Creador pero, al mismo tiempo, el hecho de repartir el pan y el cordero le identifica también con la primera persona de la Trinidad, es decir, le identifica con Dios Padre ofreciendo el cuerpo de su hijo a toda la humanidad representada en los doce apóstoles.

Pero, sea como sea, en vuestro programa de Pasión, es la segunda persona quien recibe el protagonismo que merece. Es Cristo quien ora en el huerto de los olivos mientras los demás dormimos. Es Cristo quien recibe el brutal castigo de la flagelación, mientras los demás le estamos negando. Y esas son las imágenes que compondrán la procesión de las doce de la mañana, desde San Pedro hasta Santa María... La oración del huerto cuyos primeros datos aparecen en 1766, cuando lo restaura el tordesillano Tomás Carro. La flagelación, obra también de Espinabete a petición de la Vera Cruz que, en 1976, lo entrega a los fieles que se constituyen en cofradía capaz de reorganizarse en 1999. Hablo de la procesión que recibe el nombre de "Padecimiento y Humildad"... Una hora después, desfilará por San Juan, Libertad, San Antolín, Plaza Mayor y Santa María una Cruz Desnuda, la cruz como símbolo de nuestra fe cristiana, la cruz como alegoría de nuestra redención, la Cruz de la que diría Santa Teresa de Jesús que solamente se llega al amor a través de esa señal, de esa alegoría, de esa imagen, o de esa sentencia que a Cristo le castigó para que nosotros pudiéramos salvarnos. La Cruz del Redentor como camino hacia Dios...

Se hace penitencia el asfalto, escudo

el silencio y desolación el llanto

de tanta soledad. Mudo

se vuelve el viento y las aves

mudas se quedan también. Solo los nudos

de cada madero parecen gritar

sin voz su dolor profundo.

La Cruz desnuda de la mañana se viste de inmolación por la noche, cuando las sombras se adueñan de las esquinas y las luces de los hachones encienden las calles. Santa María, Pepe Zorita, Dimas Rodríguez, Corro Bazán, Hospital de Peregrinos, San Antón... La procesión de Jesús camino del Calvario entra en la Plaza Mayor, siempre la plaza, una vez más la plaza vestida de penitencia con los colores de cada hermandad y los reflejos de las velas pernoctan junto a las figuras que nos recuerdan el dolor. Cada piedra de Santa María se recoge en sí misma para mortificarse por haber sido testigo de tantos delirios, de tantos yerros, de tantas sospechas, de tantas historias que no se han escrito en los libros. En esta iglesia de San Pedro hasta las horas son santas para que adoradores y cofrades velen al Santísimo durante toda la noche.

Se despoja de su noche la mañana

y el día entra desnudo

en el Viernes de la Cruz...

El Pregón, que se lee a caballo, avisa a todos los fieles del acto que, en el medio día, recordará las Siete alabras que Jesús pronunció frente a la muerte. El paso que preside es el de la Primera Palabra. Lo firma Pedro Crespo Miguel de Tordesillas en 1960 y ha pasado de tener a la Virgen de la Caridad en su conjunto a ser el reflejo de un Cristo con los dos ladrones acompañados por la dulzaina de Tordesillas. Los jinetes a caballo...

Verdugos de frentes rojas,

timbaleros a caballo,

por rincones lo pregonan,

por esquinas lo proclaman...

En San Pedro se va desbrozando cada palabra que, por si sola, es un tratado místico de amor al prójimo y de amor a Dios. Cada palabra nos va explicando cuál será nuestro camino después de la crucifixión y cómo, ante los suplicios que nos reserva la vida, hay que volver siempre la mirada al Señor... Cuando yo completé hace ya muchos años, demasiados tal vez, la Guía Lírica que mi padre escribió sobre la Semana Santa de estas tierras, yo incluí unos versos producto, sin duda, de mi atrevimiento juvenil. Unos versos que sirven aquí y con los que yo me atreví a pedir cuentas desde la humildad a ese Dios Padre que exigía la muerte de Dios Hijo para redimirnos.

En la ciudad, en su templo hecho plaza,

las cruces son un bosque de espesura

donde Jesús, mientras espira, traza

el signo de su amor desde la altura.

Treinta y tres años... Juvenil dulzura

para morir de muerte tan violenta.

Treinta y tres años... Corta arquitectura

para sufrir tan dolorosa afrenta.

¿Por qué nos has de redimir muriendo

si para hacerlo habrá otra herramienta?...

¿Por qué usar de este modo tan horrendo

si al rescate le valdrá cualquier renta?...

¿Por qué Dios solo admite el dividendo

que supone el sacrificio de su Hijo

en la flor de la vida?... No lo entiendo.

No acierto a descifrar el acertijo.

No acierto a comprender este misterio...

¿Renacer a través del crucifijo?...

¿La muerte por huir del cautiverio?...

Señor, mi Dios, a tu razón se emplaza

la duda que me crea tal criterio.

Y tras el Sermón, el pueblo fiel parece agobiado, entendiendo su culpa y hay una brisa, un aura que recorre todas las conciencias...

Tordesillas, un cadalso,

se hace también oración...

Al redoble de tambores

se hacen las penas pregón.

Transcurre la tarde del Viernes Santo entre los Oficios en el Monasterio de Santa Clara y los de la iglesia de San Pedro. Momentos de oración y de recogimiento que preparan a los fieles para la Procesión de la Pasión de Cristo y su cronológico desfile de imágenes que nos recuerda cada paso, cada momento, cada dolor de Jesús. Como barcas iluminadas, las carrozas desfilan por el entramado urbano que va desde San Antón hasta Santa María. Los repiques de cornetas y tambores compiten con el resplandor de estrellas y luceros, con el suave son de la dulzaina o los acordes de la Banda de Música. Cada cofradía con su color. Cada penitente con su expiación, cada espectador con su admiración. La procesión va desfilando con profunda calma doliente entre el desgranar de avemarías y las miradas de asombro.

Los ángeles del silencio

baten sus alas azules

(roce leve) sobre el hondo

clamor de las multitudes

y otros ángeles apagan,

con un suspiro, el relumbre

que en los balcones abiertos

de todas las casas luce.

Las noches del mes de marzo, en Castilla a veces son tibias, a veces son gélidas pero, en los días de la Pasión, siempre se sienten estremecidas contemplando (como quiso San Vicente Ferrer) la representación de unos misterios que se reflejan en las figuras, gracias a la genialidad de tantos artistas como en esta tierra son y han sido. La procesión de la Pasión de Cristo inspiró en mi corazón estos versos:

Van pasando las imágenes

de la Pasión una a una,

cobrando expresión y vida

las sublimes esculturas.

En ellas revive el pueblo

la calle de la Amargura

y se siente redimido

una vez más de sus culpas

porque una flecha de luz

cruzando la noche oscura

e las almas, va a clavarse

en el cuerpo de la duda...

Túnicas y capirotes

blancos, negros, rojos, verdes,

azules, morados, grises,

cofrades y penitentes

con sus cirios encendidos

que fuegos fatuos parecen,

forman la legión sin rostro

que va dejando en las gentes

un reguero de preguntas

y a su andar, lento y solemne,

un ansia de penitencias

en el alma transparente.

Desde la Oración del Huerto hasta Nuestra Señora de la Soledad, Tordesillas supera así el eje central de la Semana Santa. Dios ha muerto colgado de una cruz que era el suplicio más bárbaro con el que, en aquellos tiempos revueltos, se castigaba a los delincuentes. Cristo, el hijo de Dios, el enviado como el más grande profeta de todos los tiempos, fue tratado como un vulgar malhechor mientras, en lo alto de su potro del tormento, colgaba a manera de burla un cartel trazado con la mano torpe de uno de los verdugos: INRI, Jesús Nazareno, Rey de los Judíos... Rey de los Judíos y del resto del mundo descubierto entonces y por descubrir después... Jesús Nazareno yacente y enterrado en una cripta que cedió Arimatea a lo largo del Sábado Santo... Cuatro bandas de cornetas y tambores, tres de tambores, la Dulzaina y la Banda de Música ponen el contrapunto litúrgico en cada uno de sus redobles, en cada una de sus notas que son notas y redobles que complementan las escenas de cada paso.

En todos los corazones

arde una llama divina,

el hervor (fervor) caliente

que era nube se disipa

cuando a lo lejos resuena

un redoble todavía

de tambores y, en el cielo,

enciende la cofradía

de las estrellas sus cirios

para montar su vigilia,

mientras la Salve en el viento

(clamorosa lejanía)

se hace flor, bengala azul,

paloma, estrella, caricia...

Hubo un tiempo en el que el prelado de la archidiócesis (cumpliendo sin duda indicaciones del Vaticano) prohibió procesiones en el sábado porque, con Cristo muerto y en el sepulcro, lo que las almas piden es meditar... Pero en Tordesillas se conmemora el Sexto Dolor, esa dolorida presencia que nos empuja hacia la inmensa piedra de molino que cierra la sepultura donde yace el Salvador. Y allí, de rodillas, esperamos a que Cristo resucite porque, sin la resurrección, la muerte de cruz no hubiera tenido ningún efecto. Vuestra Junta de Cofradías hace desfilar en el Sábado a un Cristo colgando de su cruz, el Santo Cristo de las Batallas, también el Cristo Orante del Huerto, o el flagelado mientras está atado a la columna, el Cristo del Perdón. Ello me da pie para recordar el poema que a modo de oración, o mejor aún de confesión, escribí hace apenas un año, en Ávila, ante el Cristo de los Ajusticiados, un Cristo que carga en la cruz con nuestras culpas en cualquiera de sus acepciones. Por eso viene a cuento aquí porque puede ser cualquier Cristo que sufre, que padece o que muere ajusticiado.

Qué dolor se refleja en tu mirada

y tu mirada qué paz me revela...

Por encima del daño, sobrevuela

un sentimiento de amor en cascada...

La pena por tu espalda maltratada

me hiere el corazón, como una espuela,

y va dejando en mi alma esa estela

de angustia y aflicción abierta a espada.

Porque fui yo, Señor, quien ha pecado...

Fui yo quien debió colgar del madero...

Fui yo quien debió sufrir tu calvario...

Soy yo quien debe ser ajusticiado

y pagar con castigo tan severo

el delito del que eres solidario.

Después de descender a los infiernos, resucitar es lo que eleva al Señor por encima de todos los mortales y lo que avala el precio de la Redención... Y de esta forma, la Vigilia Pascual, en la iglesia de San Pedro, nos va acercando al Domingo y, en él, nos lleva hasta la alegría de comprobar que, en efecto, el Señor ha resucitado tras llevarnos hasta la Salvación.

La Virgen no entiende bien
su alegría,
aunque la Virgen sospecha
en medio de tanta herida
que hay razón
para alegrarse este día
tras de tanto sufrimiento,
después de tanta agonía...

Aunque la Madre supone
y suspira,
en su corazón desea,
encendida,
que haya un motivo divino,
que haya una causa prevista
para excusar el contento
y la dicha
que brota en los soportales,
que crece de orilla a orilla

entre todos los rincones
de Tordesillas...

¿Acaso será quizás?...
¿Cabe tanta maravilla?...
¿Puede que sea verdad?...
y María
siente que el corazón late
y palpita
en su pecho,
tremolina
a extraña velocidad...

Ya ha pasado el mediodía
y en esas está la Madre
todavía
cuando, al doblar el recodo
que desde Santa María
nos conduce hasta la Plaza
más hermosa y más bonita

de lo que jamás estuvo,la semilla
de su duda se despeja
y es que, ocasión bendita,
se da de frente con Cristo
y la vista
se solaza en el momento...
Y, en el alma estremecida,
crece el grano del contento
como crece la semilla
en las tierras y en los campos
y en la espiga...
Como crece en cada labio
la sonrisa...

La Virgen tiene otro rostro,
su mirada está encendida
por una luz más serena
y es que en su mirada brilla
el faro de la esperanza
y la vida...
¡Jesús ha resucitado!
y, con él, la profecía
se ha cumplido...
Y así vuelve la armonía
de una vida tras la muerte,
de un aliento en la agonía,
de un Reino que nos espera,
de una dulzura en la brisa,
de una calma en la tormenta,
de armonía...

La Virgen ha comprendido
la razón de su alegría,
del repique de campanas,
melodía
que repite en cada vuelo,
sorprendida,
la palabra del Profeta
que en los libros quedó escrita.
La Madre ya entiende bien
su alegría...

Tordesillas la comparte
en su dulce lozanía
y el pueblo, de nota a nota,
en un día sin aristas,

la convierte en oración...
Maravilla
que sólo puede sentirse
bajo el cielo de Castilla...

La Semana Santa es el momento litúrgico más intenso de todo el año, aunque para muchos católicos se ha convertido sólo en una ocasión de descanso y ocio. Se olvidan de lo esencial: esta semana lo es para la oración y la reflexión en los misterios de la Pasión y Muerte de Cristo para aprovechar todas las gracias que ello nos trae. Vivir la Semana Santa es, como se entiende en Tordesillas, acompañar a Jesús con nuestra oración y el arrepentimiento de nuestros yerros. Asistir al Sacramento de la Penitencia en estos días para morir al pecado y resucitar con Cristo el día de Pascua.
Amigos de Tordesillas, lo importante de este tiempo no es el hecho de recordar con tristeza lo que Cristo padeció, sino entender por qué murió y resucitó. Es celebrar y revivir su entrega a la muerte por amor a nosotros y el poder de su Resurrección, que es primicia de la nuestra. La Semana Santa fue la última semana de Cristo en la tierra. Su Resurrección nos recuerda que los hombres fuimos creados para vivir eternamente junto a Dios. Que vosotros, a quienes se ponen tantos muros para mantener tradiciones, no tratéis esta Semana como una tradición más, no la tratéis como una costumbre sino como una conmemoración: la del esfuerzo de un Dios, hombre para redimirnos.

Tordesillas, un milagro

de color sobre la vega,

vigía de los páramos,

eco de bronces antiguos,

amazona en el ribazo

que cabalga sobre el río,

campana en su campanario

y en el firmamento estrella,

escarpe fortificado,

cirio, manantial y lágrima...

Tordesillas, desagravio

de amor en reina loca,

joyel de oro conservado

contra el muro de los siglos,

soportales sonámbulos,

convento de las Clarisas,

antigua mezquita, patio

mudéjar, alcázar moro,

capilla dorada y claustro,

tumba de los Alderete,

viejas casonas, palacios,

féretro de los Saldaña,

San Antolín incensario,

Santa María Mayor...

Tordesillas, relicario

de nostalgias y recuerdos...

Poderme asomar desde aquí, desde este altar en la iglesia de San Pedro, para llevaros mi palabra hasta vuestros corazones es una atención que nunca podré agradecer bastante a vuestra Junta de Cofradías. Poder pregonaros lo que vosotros conocéis mejor, mucho mejor que yo, tal vez haya sido una osadía pero os digo, en verdad, que ha sido una osadía hermosa que me ha enseñado a comprenderos mejor... Mi deseo es que viváis mañana con alegría la fiesta de los olivos y de las palmas para que, pasando por los quebrantos de cada uno de los suplicios que sufrió Cristo, podamos recuperar la alegría del Resucitado. Y fiando en la propia resurrección que Jesús nos prometió, podamos encontrarnos el día de mañana en la Casa del Señor.

Hablo así porque, en este último mes, se fueron al encuentro de Dios tres amigos entrañables. El primero de ellos, Alfredo López Velasco, presidente que fue durante más de quince años de la Junta de Cofradías en Medina del Campo... Oscar Gutiérrez Barrueco, compañero de pupitre en esos juveniles años en los que el conocimiento se va abriendo paso en nuestros cerebros. José Ramón Chamorro Moliner, amigo de aventuras deportivas que me descubrió cómo el deporte es una fuente de cultura.... Este pregón esta escrito en recuerdo de todos ellos que, muertos en la tierra, han resucitado ya en el cielo... El contrapunto feliz es el de haberme adentrado para conocer a fondo vuestra Semana de Pasión que, con el título de Interés Regional, debe luchar en su futuro inmediato por conseguir el título de Interés Nacional que, por méritos os corresponde. Estuve el martes pasado escuchando el pregón que David Muriel pronunció en Medina del Campo. Pidió para la Semana Santa de España el reconocimiento universal como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Yo me sumo a esa petición... Este país nuestro, que tantas cosas ha dado al mundo, puede ofrecerle el ejemplo de la Semana Santa como acto religioso y cultural, como una muestra del infinito patrimonio que, en los cuatro puntos cardinales de nuestra geografía española, se saca a la calle como una muestra de amor a Dios.

Pero, también, como una muestra de amor a la cultura, a la erudición, al progreso y al conocimiento. De todo ello, vosotros sois ejemplo. Y es ejemplo esta vuestra Semana Santa que es imagen de fe y de ilustración.

Y permitidme que concluya mi parlamento con un verso de mi padre, el verdadero maestro que impulsó mi vocación poética. Con estos versos me gusta rematar mis intervenciones de corte religioso. Porque sirva de oración hacia el Altísimo para que nos libre Cristo de la lluvia, del frío y del mal tiempo que nos amenaza, en definitiva, que son las armas que esgrimen los demonios que hoy van ganando batallas en esta Sociedad actual para alejarnos de nuestra fe y de nuestras creencias.

Y porque El, mi padre, escribió este soneto al que llamó "Milagro" porque, en verdad, milagro para todos los creyentes fue la muerte en la Cruz del Hijo unigénito de Dios Padre:

Milagro fue que de la estéril roca

manase un chorro limpio al sólo roce

de mi labio sediento de su goce,

agua divina que colmó mi boca.

Milagro que, al beber agua en el suelo,

manase el hilo puro de mi llanto,

fuente escondida que cegó de tanto

sufrir ingratitud el alma en celo.

Milagro fue, Señor, que al contemplarte

clavado en esa Cruz y escarnecido

se hicieran luz mis sombras, fe el latido,

serenidad mis pulsos y, en amarte,

fuere dolor por mí bien recibido

si era una espina menos a arañarte.

Que así sea. Vivid con intensidad religiosa la Semana Santa de este año espinoso 2016.

PREGÓN DE LA SEMANA SANTA DE TORDESILLAS 2015

27 de marzo de 2015.
Jesús María Parrado del Olmo.
Director del Departamento de Hª del Arte. Universidad de Valladolid.
Miembros del cabildo eclesiástico, autoridades, Sr. Presidente y demás cargos de la Junta de Semana Santa, mayordomos y presidentes de Cofradías, señoras y señores.
Es para mí un gran motivo de satisfacción pregonar una de las importantes celebraciones de la Pasión de Jesús de nuestra región, como es la de Tordesillas, y quiero mostrar mi agradecimiento a la Junta de Semana Santa por haberme invitado a este acto. La importancia de los actos y procesiones de Tordesillas la han llevado a estar declarada de Interés Turístico Regional desde el 18 de septiembre de 1996. Bien merece alcanzar el grado de nacional, para lo que brindo el apoyo del Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Valladolid, que ahora dirijo, como en su día apoyamos la declaración de Interés Internacional solicitada por la Semana Santa de Medina de Rioseco. Una villa con tanto atractivo turístico de todo tipo, situada en un incomparable nudo de carreteras, bien merece exponer su patrimonio de Semana Santa a toda la nación.
Decía que para mí era muy importante realizar este acto solemne en Tordesillas, porque mi vida profesional, como historiador del arte, ha estado ligada en muchos aspectos a esta villa, y a sus habitantes, los tordesillanos. Mi primer artículo científico, cuando era un joven profesor universitario casi recién salido de las aulas fue la documentación de la Virgen de las Angustias como obra del escultor vallisoletano, aunque de origen palentino, Adrián Álvarez. Luego trabajé con mi amiga y compañera del Departamento, la profesora Ara Gil, en la realización del Catálogo Monumental del Antiguo Partido Judicial de Tordesillas, que fue corregido y ampliado más tarde, con motivo del Centenario del Tratado de Tordesillas. A éste siguieron otras publicaciones mías sobre la villa, que no son del caso citar, pero que muestran esa vinculación que he tenido con una tan bella población a la que acudo de vez en cuando por motivos profesionales o de ocio, gozando de su entorno patrimonial, de sus establecimientos comerciales y de sus buenas gentes.
Ha habido antes del mío treinta y ocho pregones de ilustres personalidades de todos los campos del quehacer humano. Es inevitable que en mi disertación aluda a temas que ya han sido citados por mis antecesores, aunque intentaré también aportar nuevos enfoques a la visión de la Semana Santa tordesillana.
Ante todo, es de destacar el esfuerzo que supone mantener en la actualidad doce cofradías penitenciales en una población, que tiene poco más de 9.000 habitantes. Es evidente que los habitantes de Tordesillas viven la Semana Santa, como también lo hacen con otras celebraciones más lúdicas, de las que se sienten orgullosos. La segunda mitad del siglo XX fue una época de eclosión del espíritu religioso penitencial con la creación sucesiva de nuevas cofradías hasta llegar al número actual de doce, lo que indica el auge de las devociones dedicadas a la Pasión durante ese período de tiempo. El hecho de que entre todas las procesiones, desfilen dieciocho pasos por sus calles es un regalo para la meditación religiosa y también para la visión estética, por el interés artístico que poseen. La construcción de nuevos pasos, la restauración de los mismos y la renovación de carrozas en los últimos veinticinco años nos habla de una actividad llena de vitalidad y de entrega a las cofradías por parte de los hermanos que forman parte de las mismas. Es de suponer que todo ello ha originado un esfuerzo económico y organizativo, que es digno de loa. Quede aquí reflejada mi admiración más sincera por esta entusiasta dedicación.
Porque en la Semana Santa tordesillana se unen antigüedad y modernidad. La antigüedad se aprecia en la constancia de cofradías ancestrales, que hunden sus raíces en la Edad Media. Conocemos la existencia de la del Santo Sepulcro, refundada en tiempos modernos, pero que se detecta en el siglo XIV, como Orden del Santo Sepulcro, y se dice que en torno a un yacente. Aparece como cofradía al menos desde 1524. Quiero hacer una reflexión en torno a la misma. En el siglo XIV, al citarla como Orden podría indicar un origen relacionado con la Orden Militar del Santo Sepulcro, lo que se relacionaría con el hecho de que más tarde, junto a la iglesia parroquial se elevó un convento femenino de otra orden militar: el de Comendadoras de la Orden de San Juan, luego del Carmelo. Como luego diré, la presencia de un viajero procedente de Rodas, adonde se trasladaron las dos órdenes, del Santo Sepulcro y de San Juan, tras la conquista de Jerusalén por Saladino en 1187, y al que luego aludiré por otro motivo, pueden indicar algún tipo de influencia al menos del espíritu de la Orden. Ya en 1524 se inventaría en la iglesia parroquial un altar, sobre el que dice textualmente la documentación parroquial: "que se llama el Sepulcro. Es de talla llano, de pincel dorado, con la Resurrección de talla". Es decir: no se cita un yacente, sino que parece que la escena principal estaba dedicada a la Resurrección de Cristo del sepulcro. Este retablo se seguirá citando en los siglos sucesivos. Así, en la Visita pastoral de 1646 se dice: "... visitó un altar con su retablo de pintura, antiguo, que llaman del Sepulcro. Es de la iglesia..." Esto determinó que la nave la Epístola de este templo siempre aparezca denominada como nave del Santo Sepulcro. En cuanto a la Cofradía, todavía era visitada en 1712. Pero en 1785 se indica que estaba extinguida "años hace, por justos motivos...".
Otras dos antiguas cofradías resistieron a la crisis del último tercio del siglo XVIII y son las que han perdurado hasta hoy día. Así, la Vera Cruz, detectada a mediados del siglo XV, que poseía su humilladero, mandado reedificar por Juana I, que era la ermita hoy desaparecida del Cristo de las Batallas. Esta cofradía hizo el encargo de distintos pasos en el siglo XVIII, entre ellos los de Felipe de Espinabete. En 1680 tenía su capilla en la iglesia de San Pedro, junto a la puerta principal. Tuvo los pasos de la Flagelación, Nazareno, Oración del Huerto, además del Cristo de las Batallas, que hoy ha vuelto a la capilla de la cofradía en el templo parroquial. También el relicario del Lignum Crucis en una cruz. Para conservar adecuadamente las imágenes, se construyó el retablo vitrina que podemos admirar en el lado del evangelio de esta iglesia. Sería interesante investigar si este relicario tuvo su origen en el existente en la iglesia de San Juan, que es citado en 1524 y al año siguiente se indica que la reliquia procedía de Rodas, de donde la había traído a Tordesillas "un varón santo". Es curioso que en las Visitas sucesivas de San Juan en las que se describen los retablos e imágenes de la misma con cierto detenimiento, no se la vuelva a citar. No sería nada extraño que la misma pasara a ser objeto de culto por parte de la Cofradía, puesto que una reliquia de la cruz de Cristo era algo trascendental para una cofradía que tenía esa advocación, y que terminara por engrosar los bienes litúrgicos de la institución. Sería sorprendente que en Tordesillas pudiera haber dos Lignum Crucis, pesto que era una reliquia muy preciada y difícil de conseguir, por lo que no me cabe ninguna duda de que el existente hoy en la iglesia de San Pedro es el mismo que antes recibió culto en la de San Juan.
Antigua es también la de Nuestra Señora de las Angustias, que al menos en 1583 recibe la aprobación de sus reglas, siguiendo la normativa del Concilio de Trento, al igual que la de la Vera Cruz. Ya hemos dicho que Adrián Álvarez talló la imagen en 1589, a lo que se añade un interesante patrimonio artístico, entre los que quiero destacar el Cristo del Perdón, probable obra de Felipe de Espinabete, o el busto del Ecce Homo, también atribuido a Adrián Álvarez. La Cofradía de las Angustias también se mantuvo a lo largo de los tiempos, y tuvo la capacidad de ampliar y reconstruir su ermita en el siglo XVIII. La ermita es quien recibe a los visitantes que venimos desde Valladolid, y también es el inicio y el fin de las procesiones llenas de emoción religiosa que llevan y traen la imagen desde su sede hasta el centro de Tordesillas.
Y en la segunda mitad del siglo XX, llegan las nuevas fundaciones. Las pioneras fueron la de la Primera Palabra y la de Nuestra Señora de la Soledad, en 1961. Y después surgieron las otras en un corto espacio de tiempo: La Tercera Palabra (1969), Jesús Nazareno (1972), La Flagelación (1973), Cristo del Perdón (1973), Santo Sepulcro (1975), la Oración del Huerto (1976), y las más modernas, Santo Cristo de la Misericordia (1995) y Cristo Resucitado (2003).
Un aspecto que me interesa destacar es el emocionalismo que emana de las celebraciones de la Semana Santa en torno a la Pasión del Señor y su sacrificio en la Cruz. Las procesiones narran una entrada triunfal en Jerusalén, que no era la del poder terrenal, como probablemente muchos de los seguidores de Jesús creían que iba a lograrse, sino la del poder divino sobre los corazones y la llegada de la Esperanza, de la Salvación. Por otro lado, los sufrimientos que terminan con el sacrificio en la Cruz, como forma de vencer al Pecado y lograr la promesa de la Redención; después la Resurrección, como culminación de la esperanza en el Cristo Dios, fuente de la Salvación.
Las procesiones penitenciales narran estos acontecimientos con una gran capacidad empática, puesto que consiguen envolver al espectador en un ambiente de misterio a través de la dramatización de las escenas con figuras de tamaño natural que salen a la calle. A lo largo de los tiempos se fue creando esta especial puesta en escena litúrgica y sacramental. A lo largo del siglo XV se extendió por Europa la realización de capillas con grupos de figuras de bulto redondo que narraban temas de Pasión con gran realismo, en especial Llantos sobre Cristo Muerto o Entierros de Cristo. En España, se colocan en retablos escenarios, en los que una única escena concentra la atención del espectador en el tema representado. El llamado Maestro de San Pablo de la Moraleja, Juan de Juni, Juan Picardo y otros nos han dejado excelentes muestras de ello.
Pero también comienzan a desarrollarse procesiones penitenciales al menos desde finales del siglo XV, que el Concilio de Trento impulsó en el siglo siguiente con su estímulo de la religiosidad popular que pretendía llevar al fiel a la participación personal en la liturgia. Se buscaba la vivencia de los hechos religiosos con fines pedagógicos (enseñanza o recordatorio de esos temas a través de las imágenes) o de meditación sobre los misterios cristianos. El Barroco del siglo XVII desarrollará este tipo de culto con las formas que han llegado hasta nosotros. En realidad, la cultura barroca supone una asimilación existencial por parte del pueblo de las directrices ideológicas emanadas de los sistemas jerárquicos superiores. Además en las penitenciales se aúnan los ideales religiosos del momento: estímulo de las virtudes ascéticas, espíritu de sacrificio, beneficiencia, y, sobre todo, potenciación de la vivencia religiosa comunitaria, que lleva hacia la exteriorización del culto, llevándolo hacia la calle. La orientación religiosa hacia esa exteriorización del culto hace que se revitalicen los pasos procesionales, desarrollados con un auténtico esfuerzo artístico en el siglo XVII, cuando se decide crear grandes grupos escultóricos en madera.
La escultura barroca de la región presenta una unión íntima entre estética y temática. Puede advertirse que no existe un concepto idealista del arte, en el sentido de que es una escultura funcional, dedicada a estimular la vivencia religiosa, y por lo tanto, alejada de planteamientos intelectuales y absolutamente vinculada al concepto de representación temática cristiana. Lo que interesaba en la escultura era su poder de transmisión de esas vivencias, a través de la narración cercana de los temas. Esa capacidad para conseguir una fluida intimidad entre el sistema ideológico y la aceptación popular es uno de los grandes logros del barroco español, y de nuestra escultura en particular. Así se consiguió, como pocas veces, un arte para todos; una visión en imágenes que vinculaba la visión del mundo religioso supranatural a la propia visión particular y cotidiana del hombre del momento, lo que garantizaba la plena comprensión del lenguaje y de la temática empleados. Todo llama a la realidad contingente: los dolores y sufrimientos de Cristo o de la Virgen son humanos; los vestuarios tienen un toque de cotidianidad, como se aprecia en los trajes de los sayones, similares a los de los rufianes y espadachines del momento. El contraste retórico se advierte en la oposición de lo sublime, tan bien reflejado en las figuras sagradas, y lo deforme o caricaturesco en los verdugos, para que estimulen los unos la devoción y la imitación, y los otros el rechazo al vicio y al mal. Es el naturalismo barroco, un arte de un realismo acusado, pero también de contrastes.
En el caso de los pasos procesionales estos mensajes teológicos salen a la calle en busca de los habitantes de la ciudad. Es relativa la autonomía de estos grupos escultóricos, aunque estuvieran concebidos para ir a pleno aire en la calle. Si bien, aquí el escultor valora diversos puntos de vista y fusiona varias acciones en una misma representación, se advierte una relativa frecuencia en la subordinación del efecto del conjunto a una imagen principal, que era la que luego era objeto de devoción en un retablo de la iglesia por parte de la cofradía, puesto que el resto se guardaba en almacenes. Además, el propio marco urbano actuaba de encasamiento arquitectónico, pues las calles por las que circulaba la procesión de estos grupos, eran generalmente estrechas y tortuosas y las perspectivas resultaban forzosamente cortadas. Hoy mismo se advierte este efecto en las procesiones de Tordesillas, porque nos encontramos ante un marco urbano y monumental incomparable que actúa de receptáculo de los grupos e imágenes de sus desfiles procesionales. El urbanismo de la población con sus calles principales ordenadas en perpendicular hacia la bella plaza mayor, la cual sirve de referencia principal en el tránsito humano, es un marco incomparable para poder vivir con proximidad las narraciones teatralizadas en la madera que ofrecen sus pasos.
El Corro de Santa María, Santa María, Plaza Mayor, San Pedro, Plaza de España, Alonso Román del Castillo, San Antón, Mater Dei, Calle de la Libertad, San Antolín son asiduos ambientes recogidos por los que desfilan las doce procesiones tordesillanas. Calles estrechas, rincones llenos de nostalgia del pasado glorioso de la villa. Y en ellos sus casonas solariegas y palacios nos hablan de aquellos hidalgos que poblaron la localidad en el pasado, participaron en su historia y contrataron obras de arte que hoy siguen siendo el orgullo de la región: los Alderete, Ulloa, Acevedo, Aguilar, Carasa, Lozano de Yurreamendi, Reguilones, Gaitán, Torneo, entre otros. Personajes orgullosos de su clase, pero también devotos que patrocinaron sus capillas funerarias en los distintos templos de Tordesillas, las cuales engalanaron con apreciables obras de arte, que hoy todavía podemos admirar.
Y permítanme que para terminar haga dos reflexiones sobre algunos aspectos de los pasos que componen los desfiles tordesillanos. En primer lugar, quisiera llamar la atención sobre el hecho de que pocas poblaciones pueden presumir de dos escultores nacidos en la misma como autores de las tallas de sus pasos. En ellos, como en sus cofradías, también se unen la antigüedad con la modernidad. Por un lado el interesante escultor tardobarroco Felipe de Espinabete, que al final de su vida hubiera querido morir aquí, por lo que ya anciano, regresó desde Valladolid en donde había residido y trabajado habitualmente, a convivir con un hijo clérigo asentado en Tordesillas. Es a él a quien se deben esos pasos costeados en su día por la cofradía de la Vera Cruz y que hoy son procesionados por otras cofradías. El fallecimiento del hijo le obligó a regresar a Valladolid en donde moriría poco después. Y la modernidad queda representada en el dignísimo escultor Pedro Crespo Miguel, autor en 1960 del grupo que integra el paso de la Primera Palabra, o de la Virgen de la Caridad, al año siguiente. En ellos aúna la técnica escultórica, con el sentimiento religioso y con su entrega personal a Tordesillas.
Quiero terminar aludiendo a dos atribuciones que hay que precisar en relación con las imágenes procesionales de Tordesillas. Me refiero en primer lugar al Cristo de las Batallas. El estudio artístico de la obra indica claramente que es un buen crucifijo de hacia 1530-1540, en el que se aprecian influjos de Felipe Bigarny y Diego de Siloe, tal y como por entonces se daba en la escuela de escultura palentina en torno al prolífico escultor Juan Ortiz el Viejo I. La pertenencia de la población al obispado palentino que se mantendrá hasta la creación del obispado de Valladolid a finales del siglo XVI, hizo que escultores palentinos del siglo XVI trabajaran en varias obras de arte de la villa, como hoy se pueden ver en el Museo de San Antolín. Por lo tanto, esta imagen es la más antigua de todas las que desfilan por las calles tordesillanas.
La otra precisión es sobre el Calvario, procedente de la Capilla de los Ulloa en la iglesia de San Antolín, titular de la cofradía de la Tercera Palabra. Tradicionalmente se ha atribuido el crucifijo a Francisco de Rincón y la Virgen y San Juan a Inocencio Berruguete, el sobrino de Alonso. Hoy se puede asegurar que las dos últimas imágenes nada tienen que ver con lo poco que conocemos del estilo de Inocencio Berruguete, y quizá al menos el San Juan se pueda situar también dentro de la órbita de Francisco de Rincón.
Ya sólo queda esperar con ilusión y recogimiento el inicio de la Semana Santa de Tordesillas y expresar el deseo de que siga creciendo en interés no solo para los habitantes de la población sino también de reclamo para que visitantes de distintos confines acudan a conocerla y de paso admirar el rico patrimonio artístico de sus calles y de sus edificios civiles y religiosos.
Muchas gracias por su presencia.

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PREGÓN DE LA SEMANA SANTA DE TORDESILLAS; 2014

Agustín Francisco Sigüenza Molina

Miembros del cabildo eclesiástico, autoridades, mayordomos y presidentes de cofradías, distinguidos ciudadanos y ciudadanas de Tordesillas:

En primer lugar, quiero expresar mi agradecimiento a la Junta Local de Semana Santa por haberme dado la oportunidad de pregonar una de las celebraciones más carismáticas de nuestra querida Villa de Tordesillas.

Para mí, es un gran honor suceder en este acto a personas tan ilustres y relevantes como las que han pasado por este púlpito a lo largo de más de 35 años. También supone un gran reto, ya que resulta difícil ensalzar algo de la Semana Santa de Tordesillas que no haya sido destacado por quienes me han precedido: expertos en comunicación, historia, arte, economía, teología, legislación, música, lingüística, etc.; personas que han hablado extensamente de todo lo que es y rodea a la Semana Santa. Abundar en estos aspectos podría resultar repetitivo y, sin duda, sería difícil aportar algo más a sus discursos.

Por eso, y dado que, en mi profesión, me dedico fundamentalmente a analizar la forma en que los seres humanos aprendemos y construimos nuestro conocimiento, trataré de aprovechar este momento únicamente para compartir con ustedes unos minutos de reflexión sobre cómo construimos y modificamos a lo largo de nuestra vida el significado de estas dos palabras: Semana Santa. Dos palabras que expresan la espiritualidad, la religiosidad y la fe de un pueblo. Dos palabras que resumen la manifestación de una cultura heredada de nuestros antepasados, llena de creencias y sentimientos, de miedos y de esperanzas.

Hagámonos esta pregunta: ¿qué significa para cada uno de nosotros la Semana Santa?... Dejemos que durante unos segundos afloren en nuestra mente las imágenes, los sonidos, los recuerdos, las ideas que evocan estas palabras.... (10 segundos de silencio).

Han pasado sólo 10 segundos. 10 Segundos de silencio. 10 Segundos para apreciar el poder de comunicación del silencio. 10 Segundos de comunicación interior, de reflexión, de meditación.

Seguramente, todos hemos recordado procesiones, cofrades, sonidos de trompetas y tambores, y algunos también habrán pensado en sentimientos: semana de dolor, semana de oración, semana de pasión.... Recordamos los atributos, los adjetivos calificativos, las etiquetas, que, a lo largo de la vida, cada uno de nosotros hemos ido poniendo a estas palabras: Semana Santa.

Los tordesillanos hemos ido construyendo el significado de estos términos desde muestra infancia; alzando la cabeza al paso de las procesiones para observar las imágenes en lo alto de los "pasos", fijando nuestras pupilas en la mirada perdida de la escultura de Jesús Nazareno, en el gesto de dolor de Jesús flagelado atado a la columna, en las manos, perforadas por clavos, de Cristo crucificado, en la espinas de la corona del Santo Cristo de las Batallas, o en ese cuerpo sin vida del Hombre en los brazos de su madre, Nuestra Señora de las Angustias.

Desde niños, hemos observado los detalles de la representación física de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús de Nazaret con detenimiento, fascinación y admiración. Hemos ido acumulando información obtenida directamente por nuestros sentidos y con ella hemos ido creando en nuestra mente, poco a poco, una representación interna, directa, descriptiva, personal, propia, única y singular, de un acontecimiento que forma parte de nuestra cultura, de nuestra tradición, de nuestra educación. En definitiva, de nuestra vida.

El rostro curtido de los llamados Aceitunero, Pimentero y Calvo, los judíos, torturando a Jesús. El semblante afligido del generoso judío africano Simón de Cirene cargando la pesada Cruz. El gesto de piedad del Santo Cristo con sus manos extendidas implorando perdón, rotundamente tallados por la mano de Felipe Espinabete. Y el semblante de Cristo crucificado junto a los dos ladrones, policromados con tanto esmero por nuestro vecino Pedro Crespo. Todas ellas son imágenes que permanecen grabadas en nuestra memoria formando parte de un sistema representacional, de una red de imágenes y conceptos construidos a partir de una experiencia sensorial apasionante.

Los cofrades capirotados provistos de velas y hachones uniendo sus pasos, la Guardia Civil escoltando un Santo Sepulcro que entre cristales deja ver un cuerpo yacente, las mujeres con mantilla negra en señal de duelo, acompañando a Nuestra Señora de la Soledad, y ese sonido agudo del trompetín que, en medio de la noche, ordena el compás de tambores y trompetas, constituyen y son señas de identidad que han generado en todos nosotros emociones y sentimientos y, de manera inconsciente, también se han asociado en nuestra memoria a esas dos palabras, Semana Santa; dotando a nuestra representación mental de un significado psicológico particular, idiosincrático, fruto de una experiencia emocional puramente cognitiva.

Cofradías gremiales, devocionales, de penitencia, de sacrificio, asistenciales. Centenarias cofradías de la Santa Vera Cruz, del Santo Sepulcro y de Nuestra Señora de las Angustias. Cofradías de nueva creación: Oración del Huerto, Flagelación, Jesús Nazareno, Cristo del Perdón, Cristo de la Misericordia, Primera Palabra, Tercera Palabra, Nuestra Señora de la Soledad, Cristo Resucitado; cofradías de nuestros padres, hermanos y amigos. Sotanas, cíngulos, palios y escudos. Devoción con mayúsculas. Devoción del cofrade que vive su filiación en silencio, del penitente anónimo que pone en manos de Cristo su destino, o de quien reza al paso de la imagen.

Procesiones del Santo Rosario del Dolor, Padecimiento y Humildad, Penitencia y Caridad, Encuentro Doloroso. Pasión de Cristo en noches frías de primavera. Noches de emoción. Noches de oración. Noches de redoble de tambores y llanto de trompetas. Cruces de sonidos. Cruces de silencio. Cruces, como símbolo del Redentor, que recorren las calles portadas por penitentes y cofrades con paso firme. Pies descalzos recorriendo el camino del Hombre hacia el Calvario. Dolor. Dolor en el cuerpo y en alma.

Devoción y dolor. Dos sentimientos que han impregnado el aire e invadido nuestros sentidos, que también han estimulado nuestra mente y han moldeado nuestra conciencia y nuestro yo.

Imágenes, vivencias, emociones y sentimientos únicos, particulares e íntimos, con los que hemos crecido y que rememoramos cada vez que suenan en nuestra mente esas dos palabras: Semana Santa. Elementos que forman parte de una gran representación cargada de conceptos, y también de significados que cada uno de nosotros tenemos que descubrir reflexionando, meditando, viviendo una experiencia meta-cognitiva.

Desde hace siglos, cada primavera, al finalizar el tiempo de Cuaresma, los habitantes de Tordesillas vivimos la Semana Santa recreando la última etapa de una historia conocida por todos; la de un hombre humillado y crucificado y la del Señor resucitado y glorioso.

Representamos una historia que sucede en los montes de Judea en el año 33 de nuestra era, según el calendario gregoriano. Que comienza con la reunión de Jesús y sus doce apóstoles en torno a una mesa para compartir pan y vino; "Cuerpo y Sangre". Que transcurre en la tenebrosa oscuridad bajo las ramas de los olivos de un campo denominado Getsemaní (molino de aceitunas), donde Jesús rompe el silencio de la noche cuando de forma dramática grita «Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz (el cáliz del dolor y de la muerte); pero no se haga mi voluntad, sino la tuya»1.

Un acontecimiento que continúa con la traición de Judas y el prendimiento o arresto de Jesús por la guardia del llamado Sanedrín (cuerpo judicial competente sobre la doctrina religiosa judía) obedeciendo la orden de Caifás y de los sumos sacerdotes.

Una trama que se desarrolla de modo acelerado en los palacios del poder político y religioso y que desemboca en una condena a muerte sin auténticos cargos, proclamada por una muchedumbre, instigada por los sumos sacerdotes y consentida, sin ser compartida, por quien ostenta el poder político; Poncio Pilatos, quinto prefecto de la provincia romana de Judea.

El camino, la vía dolorosa, que recorre un pequeño cortejo acompañando a un condenado a muerte que, escoltado por una patrulla del ejército romano, se dirige hacia el Gólgota sosteniendo el patibulum, el brazo transversal de la cruz2.

Un condenado que muere martirizado en el cruel suplicio de la crucifixión, destinado por los Romanos al castigo de revolucionarios y esclavos, y cuyo cuerpo es depositado en una tumba cubierto tan sólo por un sudario.

Sin embargo, la tumba, ofrecida generosamente por aquel hombre rico llamado José de Arimatea, no es el último capítulo de la historia de ese condenado. En efecto, hay una etapa ulterior, sorprendente e inesperada que recreamos el Domingo de Resurrección: El Encuentro Glorioso. La Plaza Mayor de Tordesillas se convierte en escenario del encuentro de Cristo Resucitado y La Virgen de la Alegría. Madre e Hijo de nuevo frente a frente. El Hijo revelando a su madre, de modo fulgurante, la naturaleza oculta bajo el perfil concreto de su rostro y de su cuerpo de hombre, la de ser el Hijo de Dios. Cristo diciendo que, como hijos de Dios, nos espera la resurrección.

El último capítulo de esta historia no es la cruz, ni el sepulcro, sino la luz de la resurrección y de la gloria3. El Domingo de Gloria, las imágenes son portadoras del gran mensaje de Cristo. El más abstracto. El más profundo. El más difícil de entender. El significado que cada uno de nosotros debemos descubrir meditando, orando.

Cada año, la procesión de nuestros "pasos" nos ayuda a recorrer y recordar de nuevo las etapas de esta historia y nos ayuda a volver a pensar, a reconstruir nuestra representación mental, interna, de la última etapa de la vida de Jesús y a encontrar en ella el gran significado de las palabras Semana Santa. Poco a poco, nuestra representación se va distanciando de lo representado. Nos damos cuenta de que en ella se encuentra la clave de la respuesta a las grandes preguntas que el ser humano se formula: ¿qué sentido tiene la vida?, ¿qué hay después de la muerte?. Y a medida que abordamos estos interrogantes, estas preguntas que todo ser humano tarde o temprano se plantea, atravesamos situaciones de desequilibrio emocional, de incertidumbre, de frustración, incluso de miedo y desesperanza.

Nos vamos dando cuenta de que en esta última etapa de la historia narrada hay algo imperceptible para nuestros ojos y oídos. Algo que nuestra mente no puede representar con imágenes o con conceptos descriptivos: la razón del sufrimiento, el significado de la vida y de la muerte y la necesidad de la esperanza. Descubrir estos significados forma parte de la esencia de esta gran representación de los últimos días de la vida de Cristo, verdadera analogía de la última etapa de nuestra propia existencia.

Desde hace siglos, de forma intuitiva, las mujeres y los hombres hemos sabido algo que los científicos y estudiosos del pensamiento humano han venido planteando en las últimas décadas. La reflexión, la meditación, la meta-cognición, nos ayuda a re-describir nuestras representaciones mentales y a construir nuevos significados a partir de ellas, y las analogías son esenciales para la construcción de los conceptos abstractos, de las teorías, de las formas de pensamiento con las que tratamos de explicar los fenómenos naturales y la vida.

La Semana Santa es tiempo de meditación. De entender que jamás podremos responder al sentido de la vida con afirmaciones absolutas. Que la "Vida" es un mosaico de acontecimientos que conforma el destino de cada hombre, como lo hizo con Jesús; un destino distinto y único en cada caso singular.

Como dijo el neurólogo Viktor Frankl4, refiriéndose a su cautiverio en el campo de concentración de Auschwitz: "cuando un hombre descubre que su destino es sufrir, ha de aceptar ese sufrimiento, porque ese sufrimiento se convierte en su única y peculiar tarea, la tarea que la vida le asigna, su cruz". Todos, tarde o temprano, tenemos que cargar con nuestra cruz.

Las palabras de Friedrich Nietzsche, gran admirador de la persona de Jesús, a pesar de su exacerbada crítica a la cristiandad, "el que tiene un porqué para vivir puede soportar casi cualquier cómo", pueden ser empleadas también con la muerte. Así lo entendió Jesús de Nazaret y ese es su mensaje de Gloria.

Cuando entendemos el mensaje que transmite la representación de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, cuando comprendemos el verdadero significado de esa gran analogía, la Semana Santa deja de ser la simple narración de una historia. Estas dos palabras se convierten en un constructo psicológico sinónimo de esperanza.

Es entonces cuando nos damos cuenta de que, durante siglos, artistas y cofrades, clérigos y penitentes, siguiendo la trama del relato evangélico de la Pasión, se han esforzado por hacer revivir, ante los ojos asombrados y conmovidos de creyentes y apóstatas, aquellas etapas o «estaciones» recorridas por Jesús de Nazaret, con un único y trascendental fin: que meditemos y lleguemos a entender el sufrimiento, que pensemos en nuestro camino hacia el Gólgota y demos sentido a nuestra vida y a nuestra muerte.

Con este propósito han surgido las imágenes poderosas y sencillas, elevadas y populares, dramáticas e ingenuas que cada primavera recorren las calles de nuestros pueblos y ciudades, y también de nuestra Villa.

El sentido de la vida, el significado del sufrimiento y de la muerte. Significados difíciles de asumir, imposibles de representar de forma directa para el cerebro humano; capacitado para comprender de manera racional aquello que forma parte de la vida, pero nunca lo que forma parte de la muerte. Tan sólo mirando la muerte desde el prisma de la fe cristiana podremos encontrar su significado. La muerte sólo tiene sentido cuando se comprende y se asume el mensaje de la Resurrección.

Cuando esto ocurre, entendemos por qué Cristo también afronta el sacrificio de su muerte. Aprendemos el verdadero significado de las lágrimas, de las oraciones, de los sacrificios, de los sufrimientos y las penitencias, y entendemos que la muerte deja de ser el final para ser el principio. Es el momento en el que surge la luz tras la oscuridad, en el que la llama del cirio pascual ilumina nuestro destino. El punto en el que llegamos a ver la meta de nuestro fatigoso camino en la historia.

Es entonces cuando apreciamos en toda su extensión el verdadero significado de estas dos palabras: Semana Santa. Semana de sufrimiento y muerte, pero también de júbilo y esperanza. Resurrección tras la muerte. Resurrección en los brazos de Dios. Victoria del Hombre, hijo de Dios, sobre la muerte del cuerpo; la victoria de todos nosotros sobre la inexistencia.

La muerte, aun sin perder su perfil trágico, adquiere un nuevo significado; una transformación necesaria para devolver nuestro espíritu a Dios. Un significado que nos hace entender las palabras de Jesús en la Cruz antes de exhalar su último aliento en aquella hora extrema: «Padre, en tus manos pongo mi espíritu», que nos hace ver la muerte con un rostro nuevo, inesperado; un rostro lleno de luz y alegría. Un rostro que nos ayuda a soportar el sufrimiento.

Cuando entendemos esto, cuando miramos la vida a través del prisma de la fe, los "pasos", los colores de las capuchas y capirotes, las sotanas, túnicas y cíngulos de los cofrades, los sonidos de tambores y trompetas, los rezos y cantos de oración se perciben de otra forma, de una manera mucho más intensa y profunda. Nuestros ojos y oídos ven y escuchan otra Semana Santa en las calles, corros y plazas de Tordesillas. Nuestras emociones y sentimientos cambian, se transforman. La Semana Santa se convierte en Semana de victoria, de triunfo de la vida sobre la muerte.

Así pues, cofrades y fieles, vecinos y forasteros, avancemos juntos a lo largo de este itinerario de oración un año más en nuestra querida Villa de Tordesillas, viviendo una nueva Semana Santa, no para hacer simplemente memoria histórica de un suceso pasado, sino para sentir la emoción de un acontecimiento áspero y duro, buscando su significado, y para proclamar de nuevo el mensaje de alegría y esperanza.

En cada procesión, caminarán a nuestro lado personas que rechazan la reflexión, que evitan la meditación, que prefieren no pensar en el significado de este acontecimiento, y personas que aún están en fase de búsqueda, de elaboración, que avanzan con inquietud, con interrogantes, miedos y temores. Personas que aún no han construido el verdadero significado de estas dos palabras: Semana Santa. Mientras caminamos junto a ellas, etapa tras etapa, a lo largo de la dura senda de la vida, dejemos que el sonido de los "pasos", de los tambores y trompetas, de la oración y de los silencios, nos permita a todos -niños, jóvenes y adultos, hombres y mujeres llegados a esta Villa- escuchar el mensaje del apóstol San Pablo: «La muerte ha sido devorada en la victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ... ¡Gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo!»5.

Muchas gracias por su atención.

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1 Evangelio según San Lucas 22, 39-46.
2 El palo vertical estaba plantado entre las piedras del pequeño promontorio rocoso llamado en arameo Gólgota y en latín Calvario o «Cráneo» por su forma física.
3 MEDITACIONES DE Mons. GIANFRANCO RAVASI, Prefecto de la Biblioteca-Pinacoteca Ambrosiana de Milán; 2007.
4 Viktor Frankl (1979): "El hombre en busca de sentido". Ed. Herder S.L. Barcelona.
5 Corintios 15, 54-55.57.

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Pregón de Semana Santa 2013

Por D. Ángel Cuaresma Renedo - Delegado de la Gaceta y del Grupo Intereconomia de C. y L.-

Pronunciado en la Villa de Tordesillas el 23 de Marzo de 2013

Festividad del Sábado de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo

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El cielo se ha ennegrecido.

No se ha rasgado el velo del templo porque ya estaba roto

pero ... han enmudecido las campanas

y los niños juegan en silencio.

Dicen ... que Dios ha muerto.

Ilmo. Sr Vicario de zona y párroco de Tordesillas

Ilmo. Sr. Alcalde, Concejales, Senador, juez de paz

Sr. Presidente en funciones, de la Junta de Semana Santa

Autoridades, presidentes de cofradía, cofrades, señoras y señores, hermanos todos:

Sean mis primeras palabras de agradecimiento para la villa de Tordesillas por honrarme nombrándome pregonero de la Semana Santa de este año del Señor de 2013. Quienes me conocen saben lo importante que es para mí, un humilde cofrade de acera, aportar un modestísimo grano de arena a la más importante de las cosas que pasan por estas tierras nuestras de Castilla y León: la celebración de la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.

Por ello, no quiero comenzar mi intervención, que espero les agrade escuchar tanto como para mí ha supuesto escribirla y leerla en este momento, sin expresar mi sincero agradecimiento a la Junta Local de Semana santa y, muy especialmente, a su Vicepresidente, Isaías García Martin No puedo citar a todos los que, desde la discreción y el anonimato contribuyen, los 365 días del año, a que las celebraciones discurran cada año con mayor esplendor pero sí, al menos, quiero reconocer la labor de dos personas, que representan a ocho centenares de cofrades, que estos días me han ayudado a conocer los lugares por los que, en estos minutos, vamos a desfilar de manera imaginaria: el

secretario general de la Junta de Cofradías, Pedro Bazán Serrano, y el tesorero de la misma, Antonio María García campos, quienes han estado pendientes de aquellas dudas que me iban surgiendo, pues no es lo mismo conocer la ciudad, como la conozco desde niño, que respirar el ambiente de sus calles cuando ya huele a Semana Santa, a palmas y ramos de olivo; cuando el espíritu nos hace imaginar ya el roce de las capas sobre el asfalto, el tableteo de carracas y matracas, las órdenes de los responsables de los pasos, la música de las bandas, el murmullo de las gentes, el siseo de la oración y, por qué no decirlo, las risas de los niños que miran al cofrade de delante, o al de atrás, que intentan guardar la fila, que se miran con complicidad, que se acercan a Jesús y dan ejemplo a los mayores.

Es Tordesillas, sin duda, un lugar muy especial. No entraré en disquisiciones sobre si una Semana Santa es más emocionante que otra o sobre el sentimiento con que se vive en uno u otro lugar, o sobre el indiscutible esplendor de sus tallas, o sobre la devoción de sus gentes. En todos los pueblos y ciudades de Valladolid, de Castilla y León, Jesús y su Santa Madre caminan estos días hacia el Calvario confiados en reencontrarse en la calle de la Alegría; en todos los pueblos y ciudades las gentes hacen un alto en su rutina para ver pasar al Señor crucificado, encorvado o triunfal; para ver desfilar a María Dolorosa, sola, angustiada pero también esperanzada.

Pero Tordesillas, el pueblo, y déjenme que reivindique el valor de la palabra pueblo, del concepto rural pese a ser ésta una población de más de 9.000 almas, Tordesillas, digo, es mucho más. Rasquemos un poco, o todo, lo que quieran, en la geografía de España; investiguemos en el pozo de sabiduría que es la historia, la de verdad, la de los hechos que han sucedido realmente, y aquí, sí, nadie podrá rivalizar con Tordesillas y sus habitantes. Asomémonos al río Duero, a ese cauce internacional que nos une con otras gentes y otras culturas, paseemos nuestra mirada por ese privilegiado balcón del que ustedes disfrutan casi a la puerta de casa y démonos cuenta de que pocos, quizá ninguno, de los lugares de España atesoran tanta historia, tantos acontecimientos clave de nuestro pasado, que es como hablar de nuestro presente y de nuestro futuro.

Tordesillas es la villa del Tratado, quizá no perfecto, pero sí una lección de saber ceder, de compartir, de renuncias; Tordesillas es la morada de una reina a la que otros despreciaron ya la que aquí siempre se llamó "Primera de

Castilla", sin ningún otro calificativo injusto. Tordesillas, en un pasado que no deberemos olvidar, fue la sede de la Corte y capital de los reinos de Castilla y Aragón, que es tanto como decir la capital de España cuando España era aún más grande y, en épocas más recientes, Tordesillas fue la sede las instituciones legislativas de autogobierno en un momento tan decisivo como la reciente Transición política.

En medio, seis siglos en los que nuestro pueblo, permítanme que me dirija a él ya como mi pueblo, ha trabajado, ha estudiado, ha conservado muchas tradiciones y ha recuperado algunas que en un momento pudieron perderse. Siglos en los que una tierra agrícola y ganadera ha sido también comerciante, empresaria y, sobre todo, cruce de caminos. Tampoco en esto nos ganan. Tordesillas es el gran cruce de caminos del noroeste de España,

la villa en la que se conocen quienes viajan de norte a sur, de la Europa del norte y central al vecino Portugal, antes por modestas carreteras, hoy por modernas autovías.

Y, en el correr de los siglos, la Semana Santa siempre presente.

Ayer, circunscrita a los días centrales, el Jueves y Viernes Santo; hoy, gracias al impulso conseguido a partir de 1975 y al esfuerzo de esas buenas gentes de las que antes les hablaba, desplegada por diez días que nos conducen de la Pasión a la Gloria.

VIERNES DE DOLORES

Es Viernes de Dolores en Tordesillas. La Semana Santa apenas ha comenzado y la capital de los reinos de Castilla y Aragón se prepara para la apoteosis que va a vivir estos días. V, con Tordesillas, la Virgen Dolorosa, María Dolorida camino de la Esperanza, que sale a la calle bajo la advocación de la Virgen de la Caridad. Es una talla modesta, grande en su humildad, que nos anuncia lo que está a punto de pasar: la entrega del Hijo de Dios para salvar al mundo.

Así son las imágenes de nuestra Madre en Tordesillas: sencillas como fue, como es, la Virgen. Sencillas porque sencillez es sinónimo de entrega pero no por ello es menor su labor intercesora. Imágenes como la de la Virgen de la Guía, patrona de Tordesillas, que nos acompaña en esta iglesia de San Pedro, ahí cerca, recogida, al igual que María cuando recibió la visita del Ángel; como María cuando te tuvo, Señor, en un pesebre; como María cuando ayudaba al carpintero; como María, serena al pie de la Cruz. O como la imagen de la Virgen de la Peña, patrona de Villa y Tierra, que nos escucha desde su ermita, que espera nuestra visita y a la que no debemos olvidar tampoco en estos días que hoy pregonamos y que miran ya al Domingo de las Palmas.

DOMINGO DE RAMOS

Del Evangelio de Mateo: "Al llegar cerca de Jerusalén, entraron en Betfoqé, junto al monte de los olivos. Entonces, Jesús despachó a dos discípulos encargándoles: 'Id a la aldea de enfrente y enseguida encontraréis una borrica atada y un pollino junto a ella. Soltadla y traédmela. Si alguien os dice algo, le contestaréis que le hace falta al Señor'. Fueron los discípulos y, siguiendo las instrucciones de Jesús, le llevaron la borrica y el pollino, echaron los mantos sobre ellos y el Señor se montó. Una gran muchedumbre alfombraba con sus mantos el camino. La multitud, delante y detrás de él, clamaba: iHosanna al Hijo de David. Bendito el que viene en el nombre del Señor'

Y así sucede cada año también en Tordesillas. Los mayores se echan a la calle para ver a los niños y los niños se agrupan en las esquinas, en los lugares de privilegio, en el centro del desfile procesional. Portan palmas, ramos de olivo; lucen medallas y exhiben estandartes. Yo también cuento las horas que faltan, y ya son muy pocas, para ver a mis hijos, Sofía y Ángel, con su hábito cofrade, saludar a Jesús que entra en la ciudad, en Jerusalén, en Valladolid, en Tordesillas, en cualesquiera que sea. Ese Jesús que nació en un pesebre y que hoy regresa de penar en el desierto a lomos de una humilde borriquilla.

Este año, además, les recomiendo que mañana, Domingo de Ramos, aprovechen para ver a sus hijos en las procesiones porque el Lunes, el Martes y El Miércoles santos, un año más y aunque no se lo crean, los pequeños tiene que ir al colegio; quizá para compensar el descanso del que disfrutaron durante las mascaradas del carnaval. Creo sinceramente que perdemos, y mucho, con el cambio.

LUNES SANTO

Pero pronto, muy pronto, los días de júbilo darán paso a las jornadas de luto, a las del recuerdo, a esas fechas en las que el pueblo fiel de Tordesillas sale a la calle atraído por el imán del corazón para caminar del Huerto de los Olivos al Pretorio y, de éste, a casa de Pilato; el pueblo fiel que busca un Cireneo para ayudar al Maestro, que intenta el milagro de convertir el vinagre en agua, que pretende suturar las heridas, restañar las llagas, unir un cuerpo fracturado.

Y, por eso, Tordesillas está en la calle el Lunes Santo. Quiere ver desfilar al Cristo de las Batallas, un crucificado de autor anónimo, del siglo XVIII pero con el aspecto tan característico de nuestros cristos de dos centurias atrás. Los tordesillanos no se conforman con ver pasar al Señor por las calles, tienen que rezarle, que cantarle, y lo hacen cumpliendo con la tradición de cada Lunes de Pasión: el rezo del Santo Rosario. En la plaza de Roma, en Mater Dei, en la plaza Mayor y en el Corro de Santa María cientos de gargantas devotas, de pechos a los que la pena aún no ha desgarrado, entonan al Cielo los Cinco Misterios.

Son los ecos de unas voces sinceras que aún no se han apagado cuando ya otra procesión está en las calles de la villa, la de Penitencia y Caridad con los pasos de la Oración del Huerto y la Flagelación para seguir reescribiendo el relato de los textos del Santo Evangelio

MARTES SANTO

El Martes Santo no es, ni mucho menos, un día de transición en nuestras celebraciones de Semana Santa. En las ciudades y pueblos de nuestra región los sentimientos se han desbordado, la emoción es imparable. Las calles bullen pero sin alboroto.

Están llenas de vida pese a la contrición de algunos rostros. En Tordesillas, el Martes Santo, salen a la calle el Santo Cristo del Perdón y, cómo no, Nuestra Señora de las Angustias. El Santo Cristo del Perdón es Dios mismo postrado de hinojos; Nuestra Señora de las Angustias lleva en su regazo al Hijo muerto, le mira pero parece como si también dirigiera su mirada hacia nosotros, que contemplamos desde las aceras esta escena de Piedad reproducida por gubias y cinceles durante siglos en innumerables países del orbe católico.

"Aunque tu alma llora,

Llora junto a la Cruz.

En tu dolor, Señora,

hoy nos has dado a luz".

Y, a cambio, ¿qué podemos darte nosotros? No sé si mucho o poco pero, al menos, cantarte la Salve, entonarla como mejor sabemos, quizá ateridos por el frío que reina en los primeros días de la primavera del Duero. Nos vamos, pues, a Santa María y allí, con labios temblorosos, por el clima y por la emoción, por el aire limpio que llega de nuestros campos, de la ribera, y por la responsabilidad que supone hacerte llegar la más popular de las canciones devocionales de una España a la que el Papa Juan Pablo 11 no dudó en llamar Tierra de María.

MIÉRCOLES SANTO

El Miércoles Santo nos espera muy cerca, a la vuelta de cualesquiera de nuestras esquinas. Se ha rezado ya el Vio Crucis, las Catorce Estaciones cubiertas por un hombre dispuesto a dar la vida por quienes quizá no se lo merezcan. Es Miércoles Santo y un Nazareno y una Soledad, el Nazareno y la Virgen de la Soledad de Tordesillas, salen a la calle. El Padre Mauricio de Begoña lo dejó escrito en su himno a Jesús de Medinaceli de Madrid, hoy convertido en la letra universal con la que se honra a este hombre encorvado por el peso de la Cruz, literalmente aplastado por la carga de las culpas de la Humanidad errante:

Padre Nuestro Jesús Nazareno,

Rey eterno de amor y de paz,

Reina siempre en tus fieles esclavos

y del mundo, Señor, ten piedad.

Al llegar hoya tus plantas,

te adoramos reverentes,

suplicándote fervientes

que guarde el Mundo tu Ley.

Nosotros, Jesús amado,

mientras la tierra pisemos,

esclavos tuyos seremos

y Tú, Señor, nuestro Rey.

El Nazareno de la villa sube por la calle de San Pedro, la Virgen de la Soledad viene por Alonso Román del Castillo. "Bajando vienes por tu calle, Señora". Y, en la plaza Mayor, se produce el Encuentro que, en los textos evangélicos, se relata de una manera un tanto diferente a como hoy lo representa el pueblo fiel. Lo cuenta Juan, el discípulo amado, en su Evangelio:

"Junto a la Cruz de Jesús estaban su Madre. la hermana de su Madre, María de Cleofás, y María la Magdalena. Iesús, viendo a su Madre YJ al lado, al discípulo predilecto, dice a su Madre:

-Mujer, ahí tienes a tu hijo.

Después, dice al discípulo:

Ahí tienes a tu Madre.

Desde aquel momento, el discípulo se la llevó a su caso".

Así lo cuenta el Evangelio y así se vive, cada Miércoles Santo, en la plaza Mayor de Tordesillas. Me gustan los pueblos y las gentes que viven su fe con devoción. Me gusta la religiosidad popular que, con pequeñas diferencias, revive periódicamente los textos del Nuevo Testamento. No me gustan quienes, por contra, manipulan las palabras del Papa, quienes editan su libro y lo tergiversan para vender más ejemplares; editan el libro del Santo Padre con una mano mientras con la otra lo insultan y ridiculizan a los católicos en sus canales de televisión.

JUEVES SANTO

El Jueves Santo es la gran fiesta de la Eucaristía, la que, al igual que el Corpus Christi, da sentido a las cofradías

sacramentales. Es el día en que conmemoramos la entrega de Jesús, la noche en que recordamos cómo nos dio de comer su Cuerpo y de beber su Sangre. Es tarde, noche y madrugada de vela; de recorrer las iglesias, de hacer Estación de Penitencia ante el Monumento, de reconocer que quien está en el Altar es el mismo Dios, no una representación a la que profesamos devoción, que podemos admirar y tocar. El Santísimo es mucho más, es Dios

omnipresente.

La Eucaristía es una de las celebraciones que más han inspirado a los grandes poetas de la historia, a los del pasado y a los del presente: Lope de Vega, Góngora, Tirso de Molina, Gerardo Diego ... Las oraciones al Santísimo Sacramento del Altar han pasado de la literatura a la devoción popular, del mismo modo que lo han hecho las composiciones fruto de la piedad que inspira, y no sólo a los místicos, Nuestro Señor Jesucristo en la Cruz. Un ejemplo es este bello soneto a Jesús Crucificado, de autor anónimo, que algunos estudiosos atribuyeron a Santa Teresa de Jesús o San Juan de la Cruz pero cuya autoría está prácticamente descartada

No me mueve, mi Dios, para quererte

El cielo que me tienes prometido

Ni me mueve el infierno tan temido

Para dejar por eso de ofenderte

Tú me mueves, Señor, muéveme el verte

Clavado en una cruz y escarnecido;

Muéveme ver tu cuerpo tan herido,

Muéveme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,

Que, aunque no hubiera Cielo, yo te amara,

Y, aunque no hubiera infierno, te temiera.

No me tienes que dar porque te quiera,

pues, aunque cuanto espero no esperara,

lo mismo que te quiero te quisiera

Entrado ya el mediodía, por San Juan, por Libertad, por San Antolín, por la plaza Mayor y hasta Santa María, una Cruz Desnuda, la Cruz del Redentor, pasea su solemne austeridad por las calles. Por la tarde, las buenas gentes se retiran en los templos, en el monasterio de Santa Clara y en esta iglesia de San Pedro que esta tarde de Sábado de Pasión nos acoge, para celebrar la Misa en la Cena del Señor: los Santos Oficios. Con infinita devoción, los tordesillanos rememoran, rememoramos, si me permitís sentirme uno más de vosotros, la partición del pan y el vino, que se convierten en el Cuerpo y la Sangre del Señor; acordaos, hermanos, de nuestros tiempos de niños, de aquellas canciones que nos hablaban de las espigas doradas por el sol y de los racimos cortados por el viñador; recordamos la gran lección de humildad de la historia de la Humanidad: Jesús, Dios hecho Hombre, lavando los pies a sus discípulos; pero no podemos evitar recordar, también, el aviso, la advertencia, el reproche: "Uno de vosotros me ha de entregar esta noche". Es la nuestra una vida plagada de traiciones, de deslealtades, desde la primera desobediencia a Dios, cuando nuestros primeros padres, Adán y Eva, comieron la manzana del árbol de la Ciencia del Bien y del Mal hasta la que, seguro, hemos perpetrado hace apenas cinco minutos. Así ha sido, así es y así seguirá siendo y para eso vino al mundo Jesús nuestro Salvador, y así lo recordamos cada Jueves Santo.

Y, tras la Cena, tras hablar con el Padre y ser prendido, Jesús parte Camino del Calvario, con la Cruz a cuestas, cayendo, tropezando en el asfalto. Cinco pasos, cinco cristos de Tordesillas desfilan por unas calles que huelen a historia ya tradición pero que también saben a nuevos comercios, a pequeñas empresas, a modélicos ciudadanos que luchan cada día por un futuro mejor para ellos y sus hijos

Cuando el Jueves agoniza con Cristo, son los adoradores nocturnos los que se acercan a la iglesia, los representantes de las cofradías que van a velar al Señor Sacramentado, al nido de los más tiernos y regalados amores, en bella definición de Santa Teresa de Lisieux.

VIERNES SANTO

Era mediodía, se oscureció todo el territorio hasta media tarde al faltar el sol. El velo del templo se rasgó por medio. Jesús gritó con voz fuerte: 'Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu'. Dicho lo cual, expiró.

Ha llegado el día grande. Es Viernes Santo en Tordesillas. Es Viernes Santo en España. Es el Viernes de la Cruz y, cuando el mediodía se arrodilla ante el Gólgota, las Siete Palabras que Jesús nuestro bien pronunció en la Cruz resuenan entre las paredes de este templo. No son un reproche, aunque el Hombre pida explicaciones, aunque el hombre tenga sed y se sienta abandonado. Son siete exclamaciones que se traducen en Perdón. V, en seguida, la Primera Palabra sale a la calle; es una talla de Pedro Crespo, un hijo del pueblo, uno más de nosotros, que dejó una parte de lo mejor de sí mismo: su arte, su buen hacer. El paso de la Primera Palabra es uno de los señores de la

villa: como el Ecce Homo, como el Santo Cristo de la Misericordia, como el paso de la Tercera Palabra, como el Santo Sepulcro o el Yacente. De todos ellos, manan gotas de sangre de las que brotan rosas rojas en el empedrado de Tordesillas.

Por la tarde, en el Sermón de la Soledad, hay tiempo para recordar a María antes de que salga la gran procesión de nuestro pueblo, la de la Pasión de Cristo. A las nueve y media de la noche, los hermanos cofrades ya están alineados, con sus hábitos, con sus colores característicos: el negro del luto, el blanco de la redención, el rojo de la sangre derramada ...

Tordesillas entera sueña con cirios mientras contempla 14 pasos de los 17 que desfilan en Semana Santa, de un total de 30 que cobija la villa y que quizás algún día, cuando tengamos 1.000 cofrades, podamos ver dando aún mayor esplendor a la Semana de la Redención.

Pasan las sagradas imágenes por las calles recoletas, por los recovecos de las esquinas, por el curvilíneo diseño de las plazas, y el cortejo derrama su luz y sus sonidos en la carretera, en la avenida de Valladolid. Es otra perspectiva, otra forma de ver y sentir la Semana Santa, otro escenario de esta Tordesillas de la historia, del pasado, del presente y del futuro.

SÁBADO DE GLORIA

El Sábado de Gloria, muchos pueblos y ciudades de nuestra tierra no celebran procesiones. En otros lugares, se desarrollan actos penitenciales. En Tordesillas, en este día santo de reflexión, recordamos a María, la Madre que recibe en sus brazos al Hijo muerto. Y lo hacemos como los dos grandes protagonistas de nuestra historia de Fe merecen: con una bella, hermosa procesión, integrada nada menos que por seis grupos escultóricos que cierra, como no puede ser de otra manera, Nuestra Señora de las Angustias, a la que acompañamos en su Sexto Dolor camino del Camposanto.

Mientras, muchos buscan ya un sitio en la iglesia, aquí, en san Pedro, en el epicentro de la Liturgia, para no perderse detalle de la Vigilia Pascual con la que explicamos, describimos, redondeamos, aquello que da sentido a todo lo que estos días está sucediendo en nuestros corazones.

DOMINGO DE RESURRECCIÓN

Y lo que está sucediendo es que Jesús ha vencido al pecado y a la muerte. Lo que está sucediendo es que todos estamos siendo un poco mejores. Lo que está sucediendo es que una nueva procesión está ya en las calles. Por Santa María, por Hospital Mater Dei, por la plaza de Roma y San Pedro viene Cristo Resucitado. Nuestra Madre, hoy bajo la advocación de la Virgen de la Alegría, se apresura. Se ha encontrado con tres buenas mujeres, María Magdalena, María de Santiago y Salomé, y le han dicho que han hallado a un soldado, quizá dormido, quizá tan inconsciente como los que crucificaron a Jesús; le han dicho que la piedra estaba desplazada y el Sepulcro vacío. Y María corre

esperanzada rumbo a la plaza Mayor.

Por el camino, tiene tiempo para recordarnos cómo nosotros, el pueblo fiel, podemos colaborar en la Resurrección de Jesús. Ayudamos a resucitar a Jesús cuando visitamos a un anciano, cuando cuidamos a un enfermo, cuando educamos a nuestros hijos en la Fe, cuando damos limosna al pobre que nos abre la puerta de la iglesia o del supermercado, cuando compartimos lo poco o mucho que tenemos; cuando nos esforzamos en nuestro trabajo y cuando, incluso, aunque sé en qué momento nos encontramos, buscamos un empleo para el que no lo tiene; ayudamos a resucitar a Jesús en los comedores de Cáritas, en las aldeas de las misiones, en los conventos de clausura, en la búsqueda del consenso con otras religiones. Ayudamos a resucitar a Jesús en el colegio, en la iglesia, en la práctica de los sacramentos ...

Y mientras, María, la Madre del mejor Hijo, no da crédito a lo que ven sus ojos. Allí está Él. SU sepulcro fue un trastero de la iglesia, su sepulcro fue el pecado, la culpa de los hombres. Su sepulcro fue una manzana y la piel de una serpiente.

Pero oyes Domingo

i Cristo ha resucitado!

i Cristo ha resucitado y está entre nosotros!

iAleluya!

Felices Pascuas de Resurrección a todos

Muchas gracias

Dado en la Villa de Tordesillas el 23 de Marzo de 2013, festividad del Sábado de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo

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Pregon 2012.  31 de Marzo, Iglesia de San Pedro.

Pregonero: D. Javier Burrieza Sánchez,

historiador, doctor por la universidad de Valladolid e investigador del CSIC en Madrid.

Actuación: Dulzaineros  la Besana

Semana Santa 2012

 

"Todo está consumado", pudieron ser estas palabras las que utilizó el jesuita Francisco de Borja para comunicar a los pocos que le rodeaban aquella madrugada del 12 de abril de 1555, en los aposentos cercanos que había habitado la reina doña Juana por espacio de casi cincuenta años, el fallecimiento de la soberana. Madrugada en la que aquellas palabras se convertían casi en una oración, pues amanecía el Viernes Santo, el Viernes de la Cruz, la culminación de la conmemoración de la Pasión y Muerte de Cristo.

 En verdad, la vida de doña Juana, hija de las muy recordadas altezas doña Isabel y don Fernando, reina y rey de Castilla, de Aragón, de León, de las dos Secilias, de Iherusalem, de Granada, de Toledo, de Valencia, de Gibraltar, de las Y slas de Canarias e de las Yndias, etc ... la existencia, pues, de doña Juana había sido triste. "Triste final para una existencia desgraciada", podían afirmar los pocos que habían estado en
aquellos últimos momentos, ninguno de ellos perteneciente a la familia real, todos muy ocupados en sus asuntos políticos.

A principios del mes de abril la situación se había tomado en irreversible. Desde hacía años, la reina Juana tenía medio cuerpo paralizado, aunque conservaba una fuerza física sorprendente.

Al mismo tiempo había mostrado reticencias para cumplir con los preceptos religiosos. La fuerza podía ser utilizada para darla de comer pero no para administrarla los sacramentos o para su asistencia a misa. Todo ello les preocupaba a sus familiares. Quizás era lo único que les preocupaba de aquella madre y abuela incómoda que había vivido silenciosamente encerrada en Tordesillas. En la sociedad sacralizada del siglo XVI que una reina titular de Castilla, como era ella, se negase a realizar confesión general de sus pecados en las puertas de su muerte y pusiese en riesgo la salvación de su alma era un auténtico motivo de preocupación.

Por eso, tanto sus nietos Felipe II y la princesa Juana -en Castilla en aquellos momentos-, actuaron con presteza en nombre de su padre el emperador Carlos, recurriendo a los hombres más versados en la dirección espiritual, sobre todo en los instantes finales de una existencia. Uno de ellos fue el mencionado Francisco de Borja, aquel duque de Gandía que había abandonado su prometedora y privilegiada posición de noble para profesar dentro de una orden religiosa nueva aunque de gran prestigio como era la Compañía de Jesús.
Nada consiguió. Se sintió fracasado en repetidas visitas que realizó.

La responsabilidad pasó a manos de un gran teólogo de la Universidad de Salamanca, dominico, fray Domingo de Soto, participante en las sesiones del concilio de Trento. Su impresión se la comunicó al secretario del Consejo Juan Vázquez de Molina cuando llegó a Tordesillas en vísperas de ocurrir todo: "he hablado a su Alteza muy gran rato y por cierto, bendito Nuestro Señor, me ha dicho a solas palabras que me han consolado, pero su alteza no está para el sacramento de la eucaristía, pero me paresce se le dé el sacramento de la extremaunción, aunque se esperará a que tenga menos juicio [ ... ], pero tengo por cierto que no saldrá destanoche".

Palabras escritas aquel Jueves Santo, premonitorias de lo que iba a ocurrir unas horas después. La comunicación oficial la emitió el marqués de Denia, el hombre de confianza que la mantuvo más que prisionera: "lo que ay que decir es que, a Nuestro Señor gracias, ya es acabado y Nuestro Señor sea loado por todo [ ... ] la postrer[a] palabra que dixo [la Reina] fue: Jesuchristo cruzificado ayúdame [ ... ] acabó a las seys de la mañana [ ... ]

De Tordesillas a XII de abril de 1555". Los testigos -los dos mencionados religiosos y su médico, el doctor Santa Clara- se justificaron con sus testimonios ante el emperador de una situación que hubiesen deseado.

De esta manera, calmaban la conciencia de Carlos V, preocupado más por la salvación del alma de su madre que de su comodidad cotidiana a lo largo de tantas décadas, habiendo llegado a estar doña Juana encerrada en palacio mientras sus sirvientes se morían incluso de peste.

La inhumación se produjo tres días después de su fallecimiento, en una comitiva sin familiares, encabezada por el condestable de Castilla Pedro Fernández de Velasco y los obispos Antonio de Fonseca y Antonio del Águila, junto a "muchas personas honradas, ansí de la corte de su alteza, como vecinos de la dicha villa de Tordesillas". Comitiva que salvó la distancia que separaba al desaparecido palacio real del monasterio de Santa Clara donde recibió provisional sepultura. Carecieron los acontecimientos de ceremonia especial alguna y sin airearse demasiado su muerte, aunque no faltaron funerales más solemnes en Valladolid o Bruselas.

ASÍ, pues, Doña Juana a Tordesillas y Tordesillas para doña Juana, con una existencia que concluyó con setenta y seis años, precisamente en la Semana Santa de 1555.
Para entonces las formas de celebración que ustedes han tenido a bien encomendarme pregonar eran bien diferentes, aunque eso sí, la cruz de Cristo a adorar era la misma. Ellos y
nosotros, el tiempo de por medio y la fe transmitida de padres a hijos.

* * *

Ilustres autoridades y miembros de la Corporación Municipal, Señores
Párrocos de estas iglesias de San Pedro y Santa María, Presidente y miembros de
la Junta Local de Semana Santa; Presidentes, juntas de gobierno y cofrades de
esta Muy Ilustre, antigua, coronada, leal y nobilísima villa de Tordesillas que Dios guarde, vecinos que os congregáis en este templo al anuncio del presente pregón, a todas vuesas mercedes que tenéis a bien escuchar ... Salud y gracia.

Sabed que me siento muy honrado, al mismo tiempo que comprometido, con
este encargo que la Junta Local de Semana Santa me ha realizado de pregonar sus
celebraciones de Pasión en este lugar tan querido y notable para un historiador, dedicado profesionalmente a la investigación, estudio, conocimiento, recuperación y divulgación de nuestro pasado, sobre todo en los siglos en que esta villa desarrolló su importancia política.


Lugar, por tanto, este de Tordesillas confortable para permanecer, perdiéndose en los horizontes de Castilla. Ya lo dijo un poeta inglés, llamado Robert Southey [Rober safy] , cuando
caminó por España entre 1795 y 1796: "estamos ahora en Tordesillas, donde hemos encontrado una buena posada, buenas habitaciones, buen vino, un brasero y educación".

Jovellanos más contrario a lo que pudo ver desde su perspectiva de ilustrado, afirmó cuando pasó por aqui que las torres --de las que disponía Tordesillas para sus campanas- "dan buen aspecto a las ciudades desde lejos".
Y eso lo he podido comprobar una vez más hoy, cuando he divisado el perfil de esta villa, desde el horizonte de viajero, que ha andado unas pocas leguas para llegar hasta ustedes como pregonero, pensando entonces:

"aquella es la Jerusalén adonde debo hoy entrar": "Qué alegría cuando me dijeron:  Vamos a la
casa del Señor . Ya están pisando nuestros pies,  tus umbrales, Jerusalén".

ASÍ, pues, pregón como anuncio gozoso y solemne de un acontecimiento importante y notable, que en Tordesillas se viene celebrando desde 1977, cuando el profesor Jesús López Garañeda se dirigió al público congregado en el Círculo Católico Obrero en las vísperas de aquella Semana Santa. Después me han precedido en la palabra arzobispos, sacerdotes -algunos hijos de estas tierras como Félix López Zarzuelo-; pintores y escritores, archiveros, académicos, políticos,
periodistas o poetas. Sirvan las que voy a pronunciar a continuación como sucesoras de todos los anuncios y proclamas realizadas por ellos, con especial recuerdo hacia el recientemente fallecido Godofredo Garabito del cual aprendí lo que significaba ser pregonero de Semana Santa: "Pregonar es un aldabonazo al sentimiento cristiano de la vida, mucho más cuando las circunstancias no son las más propias para fomentar el sentir religioso de un pueblo".

El pregonero que les habla nació en el Valladolid secular de las procesiones y cofradías, en una familia en la que durante generaciones, mis antepasados han manifestado sus devociones por las
imágenes titulares de la Pasión y Muerte de Cristo. Vivimos dentro de la provincia de Valladolid, ámbito único para la celebración de todo ello. Pocos espacios de España pueden mostrar actos tan tradicionales, cargados del sabor repetitivo de los siglos, acompañados de una imaginería sin par, nacida de la piel de la tierra, de la madera de los árboles que dan vida a nuestros bosques -tierras de pinares-, a los campos y a las riberas de los ríos. De ahí que sea nuestra obligación valorar y apreciar lo que ocurre en estos días santos en Medina de Rioseco, Medina del Campo, Valladolid, Nava del Rey, Alaejos, Villanueva de Duero, Cuenca de Campos, Villalón, Villavicencio de los Caballeros o en esta histórica villa de Tordesillas, repoblada por asturianos y leoneses, defendida por murallas de piedra y ladrillo, asentada en las grandes decisiones por Alfonso XI y su hijo Pedro I; o escenario y denominación del Tratado firmado el 7 de junio de 1494 y que dividió la expansión de la tierra de los descubrimientos entre las que debían ser conquistadas, colonizadas, evangelizadas por castellanos y portugueses, según sanción del papa valenciano
Alejandro VI. El estupor que semejante acuerdo provocó en Europa fue sonado. En París, el rey Carlos VIII exclamó en medio de la indignación: "antes de aceptar este reparto, quiero que me muestren en qué cláusula del testamento de Adán se estipula que el mundo pertenezca a los españoles y portugueses".
Faltaba por llegar la reina Juana en 1509 ..

Antes, junto a ella y después de la vinculación vital que la soberana desarrolló con esta villa, muchos fueron los que pasaron por Tordesillas, muchos de ellos con la mentalidad del viajero, en
un tiempo en que el desplazamiento entre un lugar y otro ni era fácil ni placentero. El flamenco Lorenzo Vital, a principios del siglo XVI, definía a Tordesillas como una villa "llena de buenos alojamientos, a causa de las gentes que allí se encuentran, por los privilegios, franquicias y exenciones que hay allí más que en otras partes, como me fue dicho. Si así fuese sería de
semejante condición que La Haya, en Holanda". El diplomático y humanista Andrea Navagiero describió a Tordesillas, después de la rebelión de los comuneros, como de "buen lugar, tiene hermosas casas, situada en lugar apacible y toda la tierra alrededor está poblada de árboles y de buenas viñas". Enrique Cock, integrado en el séquito de arqueros que acompañó a
Felipe II en 1592 en su último viaje a su Valladolid natal, mencionaba [este observador]
que los vecinos de Tordesillas, sin llegar a los cinco mil habitantes, se repartían en seis iglesias parroquiales, además de dos monasterios, deteniéndose únicamente en el de Santa Clara, sustrato esencial en la espiritualidad de esta localidad: "afamado, edificado por el rey Don Pedro
el Justiciero, asentado en la misma ribera, por lo cual tiene una hermosísima vista". Gracias a las mencionadas intenciones de este monarca para con sus hijas, se estableció en el palacio de su padre Alfonso XI, el citado cenobio, escenario de tantos acontecimientos de la vida espiritual y política, antiguos y recientes, de nuestra historia colectiva como castellanos. "El lunes
siguiente ~ontinúa Enrique Cock- se detuvo su Majestad [Felipe II en Tordesillas] y corrieron, después de comer, toros entre el palacio y el río, en una llanura que hay allí como plaza, donde estaban hechos tablados, donde un toro saltó desde arriba en el río y le hicieron mal en el agua los que sabían bien nadar".

En esa historia de las gentes, de sus creencias, de su fe, de su cultura, de sus tradiciones, de sus esperanzas, anhelos y necesidades, aparecen los primeros indicios, muy tempranas de la celebración de la Pasión por parte de los tordesillanos, asociando la vivencia de estos misterios sublimes de la redención a la aparición de compañías y cofradías, que suponían solidaridad entre sus miembros, en medio de una sociedad muy frágil en la vida y en la muerte. Los inicios siempre son dificiles de dibujar y los cofrades siempre hemos intentado remontar nuestras procesiones y cofradías a tiempos lo suficientemente pretéritos, para otorgarlas privilegios. Los cronistas de esta Semana Santa la relacionan con la existencia a mediados del siglo XIV de la orden del Sepulcro y con una presencia de un Cristo Yacente situado en una capilla de la antigua iglesia de San Juan. Antes de concluir aquella centuria también se hacía referencia a una ermita o humilladero de la Cruz, al otro lado del río Duero, el cual también podía ser atendido por unos hermanos asociados que venerasen lo que consideraban como auténtica y verdadera reliquia de la cruz de Cristo:

  "Oh cruz fiel, árbol
único en nobleza, / jamás el bosque dio mejor tributo / en hoja, en flor y en fruto / Cantemos
la nobleza de esta guerra, / el triunfo de la sangre y el madero; / y un
Redentor, que en trance de Cordero, / sacrificado en cruz, salvó la
tierra".

También para Tordesillas se menciona la presencia de san Vicente Ferrer, el dominico valenciano que venía acompañado de los flagelantes con los cuales se pretendía extender entre los castellanos de entonces la necesidad de la conversión y de imitar los sufrimientos que había experimentado Cristo por nosotros antes de llegar y en el Gólgota mismo.

 Aquella ermita de la Cruz apareció documentada en 1434 con motivo de un acontecimiento cotidiano, mucho más profano, la venta de tierras y viñas, cultivo este último, propio de
parábolas evangélicas.

En una sociedad sacralizada como era aquella, y clerical izada, los laicos tenían poco que decir y comprender, sobre todo en la liturgia solemne con la que los católicos conmemoraban la muerte de Cristo, desarrollada en lengua latina. Nacieron otros caminos para la meditación y veneración de estos misterios, centrándose sobre todo en la cruz, el crucificado que era descendido en una auténtica recreación teatral; el dolor de la Virgen María al contemplar el cuerpo muerto de su hijo o la experiencia de su soledad, además de la vela del condenado enterrado en el sepulcro. Esas devociones, capítulos centrales de una vida del cristiano bien diferente, unido a la necesidad de la
ayuda fraternal en el trabajo, en la cotidianidad, en la enfermedad y en la muerte para lograr la salvación, condujo a que en Tordesillas y en otros muchos lugares próximos, proliferasen los hermanos y cofradías de la Vera Cruz, las Angustias o el Sepulcro durante el siglo XVI. Todavía no había pasos, escenas teatralizadas, compuestas con complejidad. No obstante, en sus manifestaciones públicas, en la privacidad de sus ermitas, humilladeros y capillas aparecieron
imágenes devocionales, encargadas a los escultores que estaban al servicio de lo espiritual. Cofradías que en su doble objetivo asistencial y devocional funcionaban gracias a las reglas, aprobadas por las autoridades eclesiásticas:

"Los cofrades de la Santísima Vera Cruz [de la villa de T
ordesillas ] ordenamos y queremos que en esta nuestra Hermandad y Cofradía
porque el servicio de Dios sea acrecentado y más cumplidamente hecho y porque todos
los que quisieren puedan comunicar y haber parte de los sacrificios y oraciones
en la dicha Cofradía, que no haya número cierto de cofrades si no que sean
recibidos todos los que a los nuestros mayordomos y diputados les parecieren
así de luz como de disciplina [ ... ] otro SI para que más cumplidamente al
servicio de Dios y sustentamiento de esta cofradía y para la cera y
administración de los oficios divinos y enterrar a los cofrades que fallecieren
se cumpla que los cofrades y cofradas que entren en estaCofradía paguen las
entradas en esta manera que los cofrades y cofradas de luz sea recibido por dos
ducados [ ... ] que si algún hijo o hija de cofrade quisiere entrar por cofrade
en esta así que sea el mayor o el menor, no sea recibido si no es pagado toda
la entrada". Y es que, junto a la devoción, era menester, entonces y
ahora, en época de apogeo económico o de crisis, mantener las infraestructuras
con dineros y con estos y las limosnas recaudadas se podían abrir pequeños y
rudimentarios hospitales, como el que tenían los cofrades de las Angustias junto
a su ermita, en el espacio ocupado por el actual cementerio, para atender a los
niños enfermos de tiña.

Las imágenes, como hemos dicho, fueron
epicentro de las emociones de las cofradías de entonces y de las de ahora. Esa
madre de las Angustias que debía tener a su "hijo precioso en los brazos y
regazo como es costumbre". Así se lo solicitaban los cofrades que encargaron
a Adrián Álvarez, maestro escultor que falleció prematuramente en el tránsito
hacia el siglo XVII. Imagineros que se inspiraban en fuentes escritas
procedentes de las Escrituras aunque elaboradas por los autores ascéticos que
tanto proliferaban y por las devociones del pueblo. Álvarez no continuó la
nueva representación que dispuso el francés de Valladolid, Juan de Juni, para
la soledad de María en su Virgen de la cofradía de las Angustias de la ciudad del
Pisuerga. Aquella se mostraba sola, desolada, derrumbada, junto al suplicio,
pero abandonada por el cuerpo muerto de su hijo, conducido al sepulcro por los
Santos Varones. El escultor que trabajó para la cofradía tordesillana continuó
lo que ya se había realizado en Medina del Campo, con la imagen de la Virgen de
la misma advocación, la que hoyes patrona de la villa de las ferias y ayer,
Viernes de Dolores, ya fue venerada por sus calles. De esta manera, a través de
las imágenes, se unían entonces y se unen hoy las gentes de Castilla, las devociones
y sus Semana Santas, no nacidas de la tierra en exclusiva para ninguna porción
de privilegiados, sino pertenecientes al sustrato común de las identidades de
los castellanos viejos.

Los de la Vera Cruz, a su vez, no solamente
se conformaron con la adoración de la reliquia del suplicio sino que creyeron
necesario ubicar el rostro de Jesús, el cuerpo extendido sobre el patíbulo, las
manos y los pies no solamente unidas a la cruz, sino traspasadas por los clavos
para mayor y cruento castigo. Será el Santísimo Cristo de las Batallas, al que
hoy podemos rezar a escasos metros de este púlpito, en la iglesia de San Pedro.

La vida no es una semana, ni siquiera
si esta es Santa, y por eso las cofradías no se reducían al tiempo de la Pasión,
ni siquiera al preparatorio de la Cuaresma, sino que eran para ser vividas todo
el año, festejando a lo largo de los meses esos puntos de unión de los hombres
con Dios, a veces con gestos sagrados, otros con los más profanos. De esta
manera, aquellos cofrades de la Vera Cruz de Tordesillas celebraban distintas
fiestas de penitencia y gloria y llegaban a pagar incluso el "Toro de
Tordesillas" algunos de sus años, en el lejano siglo XVI. Los cofrades
eran y somos celosos, de los bienes que deben ser custodiados, y por eso habría
de disponerse de capillas, espacios de reunión o anuarios, donde poder conservar
con dignidad, respeto y seguridad, la regla aprobada, los libros de cuentas,
los de acuerdos y asientos, además de los caudales, bajo llaves repartidas
entre el cura -en este caso de San Pedro- y los mayordomos.

Los episodios centrales de la vida de
Cristo no se escapaban de aquella sociedad teatralizada, donde la imagen
también valía más que mil palabras. Las escenas se convirtieron en gestos,
miradas y sombras de personajes que salían de los telones de la madera, gracias
a la dirección de un imaginero-escultor. Nacen los pasos procesionales, donde
varios personajes se agruparán para representar un momento culminante de la Pasión
de Cristo. Tordesillas puso su mirada en esta manera de catequizar al pueblo,
disponiendo de aquellos hitos, preparados para representarse en la calle, en
medio de tiempos de oscuridad, iluminados únicamente por las hachas de los cofrades de luz y preparados para las emociones de los
que los contemplaban desde la fe vivida y asumida, visión nunca pasiva sino
contemplativa en la acción y en la reacción. Reacción de compasión para con las
víctimas, reacción de rabia frente a los verdugos.

Aquellos pasos del siglo
XVII, quizás muy sencillos -nos decían los cofrades deentonces- "se hayan
totalmente indecentes para poderse sacar en tan solemne y pública función, por
lo que desean con vivas ansias se hagan nuevos pasos, que representándose en
ellos la pasión de Nuestro Redentor conmuevan los corazones a devoción y
penitencia". Aquella era su auténtica devoción, sin pretender despertar en
nosotros la admiración, el goce estético o el interés turístico. Por eso, en el
siglo XVIII -la centuria más floreciente de la Semana Santa de Tordesillas- fueron
renovados y sustituidos gracias a los trabajos de dos escultores, tan
vinculados con la villa.

Sus nombres fueron comunes para
los cofrades de entonces y deberían ser recordados siempre por los de ahora:
Tomás Carro y Felipe Espinabete.

Sus gestos son siempre los mismos, no
cambian con los años, pero cobraban vida para aquellas miradas y para las
actuales. Entonces era gracias a las andas y tableros colocados sobre los
hombros de los corrusanos, mayordomos, portadores, asalariados, recompensados convenientemente por la cofradía. Gentes del campo que recibían
cántaros de vino, panes o libras de queso, para los treinta y dos hermanos que
llevaban estos pasos en la mencionada procesión del Jueves Santo. Tomás Carro
puso sus manos en la Oración del Huerto; mientras que Felipe Espinabete lo hizo
en la Flagelación o en Jesús Nazareno, quizás también en el Cristo del Perdón,
en esa imagen de Dios, hombre-verdadero, que se ha humillado por amar mucho,
perdona a sus agresores, se entrega a la humanidad, sufriente pero no abatido,
ni rendido. Todo esto ocurrió en los años sesenta del siglo XVIII, sabiendo los
cofrades el tesoro que tenían en sus manos y disponiendo en la iglesia de San
Pedro, magnífico escenario para versar y anunciarles estas cosas, de un armario-retablo para custodiarlas
y evitar el deterioro, anteriormente anunciado.

Sin embargo, pronto habría
de alcanzarse la decadencia. Aquellos gobiernos políticos entendieron que era
llegada la hora de someter a las cofradías, controlar las necesidades de sus
súbditos y poner fin a tantas costumbres que, según ellos, se salían de las disposiciones
fundacionales de las mismas. Por eso, a partir de 1783, aquellos hombres y
mujeres que se asociaban para atenderse en sus precariedades pero sobre todo
para procesionar los misterios de la Pasión, o se sometían a la autoridad regia
o estaban condenados a desaparecer. Las guerras entre españoles en el siglo XIX
y la secularización de la nueva sociedad liberal hicieron el resto.

Aquellas cofradías formaban parte de
un modo antiguo de proceder y actuar.

No obstante, la Semana Santa ha llegado
hasta ahora. Ha existido un tiempo de la historia que ha permitido que brotase
de nuevo la planta que tenía raíces bien profundas en estas tierras de Castilla
y de León. Las cofradías de hoy, tienen otro horizonte, aunque sin la necesidad
de que desaparezca el sentimiento de confraternidad de los hermanos.

 En Tordesillas, las procesiones se mantuvieron
a pesar de que las hermandades se encontraban muy mermadas y únicamente los
hermanos podían portar sus pasos titulares. Los fieles devotos, los
parroquianos, las mujeres y hombres sencillos que cultivaban las tierras y
atendían los ganados, los sacrificados por jornadas interminables y pieles
pulidas por el sol, fueron como aquellas doncellas sabias que supieron
conservar las lámparas encendidas, para mantener la luz hasta que llegase un
nuevo tiempo de prosperidad. Fue a partir de 1960, cuando con motivo de la
cesión que realizó Pedro Crespo a los feligreses de esta parroquia de San Pedro
del paso de la Primera Palabra -"Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen"
-, formándose en tomo a ella una nueva cofradía, junto con la de Nuestra Señora
de la Soledad, fue entonces digo cuando comenzaba una nueva etapa para la
historia de la Semana Santa de Tordesillas.

Actualmente, hablamos de doce
cofradías, dieciocho pasos procesionales, doce procesiones y novecientos
cincuenta cofrades que, coordinados por una Junta Local de Semana Santa nacida
en 1975, han logrado situar a este evangelio de la Pasión como uno de los reconocidos
de su provincia y de su comunidad autónoma. Sin embargo, en este recorrido
existe un único elemento esencial, que da sentido a su desarrollo y a su
perduración, y ese es la fe en Cristo de quienes lo llevan a cabo y lo narran.

Estamos definiendo una particular vivencia
de la fe, que nos permite y nos anima a extender con belleza y sentimiento un
ámbito espiritual profundo, a través de estas manifestaciones de religiosidad que
son las procesiones, acompañadas de otra sene de elementos que las complementan
y enriquecen. Sabemos, y es menester recordarlo, que la rica liturgia de estos
días constituye el núcleo y cimiento de esa vivencia espiritual y que estas
procesiones, culminación de la labor de las cofradías, son un magnífico
complemento para prolongar por las calles lo que se celebra en los templos, en
los días de Jueves y Viernes Santo o en la Vigilia Pascual de Resurrección.

El relativismo que nos inunda, no nos
ayuda a pensar, ni siquiera a detenemos en los rincones del alma. Todo lo que
nos requiere coherencia y compromiso nos asusta. Vivimos en medio de una
mediocridad del dejar hacer, dejar pasar, donde no se llevan los sacrificios,
salvo los que nos impone la vida sin avisar. No formamos a nuestros jóvenes en
un sistema de valores que requiera exigencia. Las opiniones son relativas
porque las verdades ni se admiten, ni se buscan y tampoco se asumen.

Hacemos de nuestra religión una dispensadora de servicios espirituales:
hoy bautismo, pasado mañana primera comunión y después procesión del Viernes
Santo pero ... entre medias, ¿qué dejamos entre medias? ¿Somos capaces de tener
trato de amistad con quien sabemos nos ama según decía Teresa de Jesús?

Precisamente, ella que fue maestra de
oración tras la duda, descendía de esta villa por su abuela paterna Inés de
Cepeda. A Dios no le escuchamos, a Dios no le visitamos, de Dios no nos acordamos
porque vivimos deprisa, repletos de inquietudes, ambiciones y problemas que
resolver. Por eso, se dice que también nuestra crisis es una crisis de valores.

La Semana Santa se celebra en todos
los lugares donde existe una comunidad cristiana. La Semana Santa de Tordesillas
solamente aquí, en este paraje singular, abrazado por el río Duero. Las
procesiones de Semana Santa no son un espectáculo callejero, no son un desfile
de disfraces, no es un parque temático. La Semana Santa es historia, arte,
cultura, tradición, familia, fiesta gozosa pero sobre todo es encuentro con el
Dios que nos salva, que muere por nosotros y resucita para que nosotros lo
hagamos con Él.

Por eso, os pido queridos cofrades,
que no seáis el sayón que se atreve azotar con la palabra y con la mirada al
hermano cercano. No seáis el sayón que ante el que está clavado en la cruz, al
marginado, al solitario, al parado, al que nos cae peor, le gritéis con fuerza:
"si eres tan valiente ahora, bájate de la cruz". Cubrid vuestras
apariencias con el capirote y descubriros con un rostro de ilusión por ser
mejores cristianos, perteneciendo a una cofradía penitencial.       No seáis fieles durmientes que se limitan
a hacer de su fe una sucesión de ritos externos. Sed valientes en demostrad
vuestra condición de Hijos de Dios, laborando cada uno de los días de vuestra
vida por hacer de nuestro mundo y de nuestra Iglesia, un mundo mejor, una
Iglesia más comprometida.

Bienaventurados seamos si viendo a Cristo que
pasa a nuestro lado en esta Semana Santa conseguimos llevar luz a quienes la necesitan
y nos la están pidiendo a gritos.

Estas son nuestras Pasiones, las que
vivimos día a día, de las que somos protagonistas ... pero en Tordesillas,
somos evangelistas también de la Pasión que nos dejaron nuestros mayores. Nos
gustaría acompañar a Cristo en esa entrada por esta Jerusalén, hacemos hueco
por la multitud, mientras Él pasa y nos bendice, montado en un pollino.
Recibidle con palmas y ramos de olivos, acercarle a los niños, Él que es manso
y humilde de corazón.


Pero el anuncio de la Pasión se
precipita. Jesús ha cenado con sus discípulos y aunque les pide que permanezcan
a su lado, ellos duermen.
Y Cristo llora y tiene miedo. Ese
Jesús de la Oración del Huerto es el que nos explica lo que nosotros no
entendemos de la vida, lo que nos rebela y nos conduce a decirle a Dios, ¿por
qué Señor? ¡Tantas dudas se ciernen en nuestra fe, tantas cuestiones dejamos
sin explicar! En aquella noche de su Pasión y de la Oración del Huerto, Cristo
sintió el abrazo del Padre con el ángel que venía a consolarlo. Los imaginero s
así lo entendieron y nos hablaron el lenguaje que nosotros hoy, todavía,
podemos comprender.

Cristo atado a una columna. Felipe Espinabete
lo plasmó ante esta de gran tamaño, siguiendo en el siglo XVIII el modelo de
Gregorio Fernández.

El condenado está sólo,
recibe golpes por todos los rincones de su cuerpo, con látigos zurcidos por las
manos de cruentos y feos sayones, descalabrados, con rostros de fiereza y gran nariz,
"nariz sayón y escriba" según los definía en soneto Francisco de
Quevedo. Nunca olvidaré aquel Cristo atado a la columna de Tordesillas, que en
2005 solicité para ser mostrado en la exposición "Varón de Dolores", que tuve la suerte de coordinar
para la Junta de Cofradías de Semana Santa de Valladolid, en la sala de
exposiciones de las Francesas. Cuando los operarios del transporte le
descendían a su ubicación y le despojaban, no de sus vestiduras sino de todos
aquellos precintos para asegurar su integridad en su transporte, cuando mi
mirada se cruzó con la suya por vez primera, recordé las palabras del bello
canto del Siervo de Yahvé, en el profeta Isaías: "ofrecí la espalda a los
que me golpeaban, mis mejillas a los que mesaban mi barba [ ... ] Cuando era
maltratado, se sometía y no abría la boca; como cordero llevado al matadero,
como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca" (Isaías 50,
6/ 53, 7).

Ecce Horno, sufriente ante la burla. El
bello Ecce Horno, procedente de la desaparecida iglesia de San Francisco, ante
el que los visitantes que llegan a la de San Antolín se detienen ... "ahí tenéis
al hombre", dispuesto a cargar con la cruz y convertirse en Nazareno,
solamente ayudado, casi por la fuerza y por obligación por ese Simón de Cirene
al que echaron mano.

Felipe Espinabete entendió cómo habría de plasmarlo.


Ese nazareno que protagoniza
el Encuentro Doloroso, en la noche del Miércoles Santo, cuando en tantas
Pasiones de Castilla se reza el Vía Crucis o se jura silencio. Los evangelios
no relatan la presencia de la madre camino del Calvario. El de Tordesillas, el
particular y vivido durante siglos por las gentes de esta tierra, sí. La han
encontrado a la Virgen de la Soledad buscando a su hijo, doblando las esquinas,
desesperada por esos soportales de la Plaza Mayor. Y la madre pregunta a las
gentes con las que se encuentra.   Pero ellos contemplan todo
desde los balcones realizados para disfrutar de lo que pasa por la calle, las
fiestas, los espectáculos, procesiones como ésta. Plaza Mayor, viejo sabor de
Castilla, alma de Tordesillas, donde la madre se topa finalmente con el Hijo y
ella ... ella es cirineo de la mirada como plasmó aquellos versos de Gerardo
Diego que tanto me gusta repetir en mi interior llegado este tiempo del año:
"se ha abierto paso en las filas / una doliente Mujer. / Tu Madre te quiere
ver / retratado en sus pupilas. / Lento, tu mirar destilas / y le hablas y la consuelas. / ¡Cómo se rasgan las telas de ese doble corazón! / [Quién medirá
la pasión / de esas dos almas gemelas! / ¿Cuándo en el mundo se ha visto / tal
escena de agonía? / Cristo llora por María / María llora por Cristo / ¿Y yo,
firme, lo resisto? / ¿Mi alma ha de quedar ajena? / Nazareno, nazarena, / dadme
siquiera un poco / de esa doble pena loca, / que quiero penar mi pena".

Nuestro Padre Jesús Nazareno,
capaz de atraer tantas devociones, tantas miradas, tantas palabras en silencio
y nacidas de lo profundo.

Y la Virgen se queda fija,
viéndole como se aleja, camino del Calvario, sujetando entre las manos un pañuelo
en el que se ha secado las lágrimas.

 Virgen de la Caridad, nacida de la mano de
Pedro Crespo ... no ha tenido, ni siquiera un paño para enjugarle el rostro,
pero le seguirá hasta el pie del Gólgota para escuchar sus palabras. y después
de tanto tormento, me pregunto si Jesús, desnudo ante la cruz, no confundió a
sus verdugos. Puso sus rodillas en tierra, abrió sus brazos y manos, dirigió su
mirada al Padre y se humilló ante los hombres, una vez más, perdonándoles
porque no sabían lo que hacían. Cristo del Perdón y de la Humildad,
coronado de espinas. Perdonando, clavado en la cruz pero con ojos de
misericordia, la misma que no tuvieron con Él, ni siquiera cuando le faltaba la
respiración, insultado incluso por uno de sus 
compañeros en la cruz, ese mal ladrón que la tradición llama Gestas.
Pero le corrigió el bueno, Dimas, que se convirtió con sus palabras en  una segunda verónica para Jesús.

Cristo de las Batallas,
histórico Cristo de las Batallas, pero de esas que armamos los
hombres pues Él había dicho "bienaventurados los que trabajan
por la paz, porque esos serán llamados Hijos de Dios".

La madre, firme, estable pero llorosa
... todos los años, llegado este momento de la Tercera palabra, nacida desde un
Crucificado del maestro Francisco del Rincón, me pregunto si ella no será la
otra víctima del Calvario. Aquella Virgen Madre, que al mismo tiempo es del
Amparo, las Angustias y la Soledad ... esa Virgen madre acompañada por las mujeres
de Tordesillas, es el regalo de Cristo aquel Viernes Santo, y ustedes en
nuestra Pasión escrita con los siglos, tienen el encargo expreso de acoger a
María en su casa. Es la mujer valiente, que espera a que depositen en sus
brazos el cuerpo muerto de su hijo y le mira, le coge entre sus manos, acaricia
sus heridas y le apoya en su cuerpo, como en Belén, como en aquel portal cuando
había nacido en la pobreza. Entonces, José, el hombre bueno y justo estaba a su
lado. Ahora en el Calvario, como Virgen de las Angustias, contaba con Juan,
"el discípulo amado". María, en la sombra pero presente.

Desde ese convencimiento se entiende el protagonismo de María en la Pasión
de Cristo, en la forma nuestra de contar el modo en cómo ocurrieron las cosas.

Sin duda, el dramatismo de un cadáver
en madera policromada nos debería continuar estremeciendo. Es pues, impresión y
expresión sublime de una tragedia que conmueve, que supo definir Gregario
Fernández y que otros escultores, siguiendo su estela, lo plasmaron como ocurre
con los artistas que trabajaron para Tordesillas. Como en tantos lugares de
Castilla se pudo celebrar aquí la ceremonia del desenclavo y descendimiento,
para ser procesionado su cuerpo en el sepulcro. Así se puede explicar la presencia
del magnífico yacente articulado que nos encontramos en la iglesia de San
Antolín y que es alumbrado por las calles el Viernes Santo por su cofradía
titular, de antecedentes muy remotos en la villa. Y así, tras haber acabado
todo, ella oró en soledad aunque acompañada por tantas mujeres de la villa, que
acuden ante María en tantas caídas del sol.

Si todo se acabas e en los solemnes
Viernes Santos de Castilla, en las mañanas de Siete Palabras y en la sucesión de
los misterios de la Pasión, vana sería nuestra fe. Resta la vida, los encuentros
entre Cristo victorioso y una madre enlutada que pierde el negro de su manto
para tornarlo en blanco de alegría.

Una contradicción más de la vida. Ese Jesús
que ha salido del sepulcro, casi siempre en nuestros pueblos y ciudades, ha
sido representado por una talla de pequeño tamaño, menudita para tanta alegría.

Aquí, en Tordesillas, los hombres de las
cofradías, de aquella Junta nacida para aunar voluntades y facilitar concordias, lo anduvieron buscando
desolados, casi como los discípulos de Emaús y lo encontraron en lo escondido,
en un trastero de la iglesia de San Pedro, y al verlo exclamaron llenos de
alegría y esperanza: "Quédate con nosotros, porque atardece y el día va
declinando".

 Estos resucitados
pequeños y de peor calidad artística ¿se debía a que los cristianos de antaño
carecían de esperanza? ¿ Quizás pensaban que todo quedaba en la cruz? No lo
creo. Más bien, el camino se encontraba en su fe ciega, en que para creer no
necesitaban ver y no pensaban que fuese menester meter los dedos en las llagas
del Resucitado. Bienaventurados los que creen sin haber visto.

POR ELLO, bajo la protección de María,
con las advocaciones de La Guía y de La Peña, patronas de Tordesillas y de su
tierra, con licencia del Reverendísimo arzobispo de Valladolid y en su
representación el señor cura párroco de estas iglesias parroquiales de Santa
María y San Pedro, con la venia del señor corregidor de esta muy ilustre,
antigua, coronada, leal y nobilísima villa de Tordesillas para ocupar las
calles con manifestaciones de religiosidad que el pueblo, fiel a sus tradiciones, tiene por bien
hacer,

HAGO SABER, que preparados los cofrades
de las doce cofradías penitenciales en sus almas, comenzó la primera procesión
de la representación de la Pasión en el día de ayer Viernes de Dolores, con la
de María Dolorida Camino de la Esperanza; y que en los días sucesivos saldrán a
las calles la de las Palmas en el Domingo de los Ramos; la del Santo Rosario
del Dolor y la de Padecimiento y Humildad el Lunes Santo; la de Penitencia y
Caridad el Martes Santo; el Encuentro Doloroso entre Jesús Nazareno y la Virgen
de la Soledad en los últimos minutos del Miércoles Santo y teniendo como
escenario la Plaza Mayor; saldrá la Cruz del Redentor por las calles en la
mañana del Jueves de la Eucaristía y tras la celebración de los Santos Oficios,
partirá la procesión de Jesús camino del Calvario, culminando el Jueves de la Cena
con la "Hora Santa" en la iglesia de San Pedro donde los adoradores
nocturnos de esta villa, junto con los cofrades, velarán toda la noche al
Santísimo Sacramento en el monumento.

Tengan por bien saber los
que moraren, vieren y fueren acogidos en estas casas que el Viernes de la Cruz
es día de ayuno y de abstinencia, que deben ser austeros en sus comportamientos
y gestos. Para ello pueden asistir al Sermón de las Siete Palabras en la iglesia
de San Pedro, iniciando procesión seguidamente con el paso de la Primera
Palabra. A la tarde, tras la celebración de los Santos Oficios y del Sermón de
la Soledad, partirá a las nueve y media de la noche la Procesión de la Pasión
de Cristo, donde las cofradías y sus hermanos cofrades alumbrarán y
representarán los misterios principales del último día de vida de Nuestro
Redentor y del desconsuelo de su madre, contemplando el martirio de su hijo. Lo
harán con catorce pasos de los maestros de la Escuela Castellana y discurrirá
el cortejo por las principales calles de la villa. En los claros de la misma, además
de las mencionadas escenas escultóricas, entonarán las marchas al Señor cuatro
bandas de cometas y tambores, tres de tambores, la dulzaina y la banda de
música de la localidad

Los pasos volverán a sus ubicaciones donde
recibirán culto el resto del año con la procesión del Sexto Dolor, concluyendo
con Nuestra Señora de las Angustias en su ermita, situada a las puertas de la
Villa, todo ello antes del inicio de la Vigilia Pascual en la iglesia de San
Pedro a las nueve de la noche, mostrándonos entonces gozosos porque el Señor ha
cumplido su promesa.


La representación de la Resurrección se
realizará en la mañana de Pascua, 8 de abril, en el encuentro de la Plaza Mayor
entre Cristo Resucitado y la Virgen la Alegría. y para que esto sea firme y
estable, he proclamado esta carta con sello de cera colgado, en esta iglesia
parroquial del Señor San Pedro de la muy ilustre, antigua, coronada, leal y
nobilísima villa de Tordesillas, ante las autoridades, ciudadanos y pueblo
fiel, en el sexto año del pontificado de Nuestro Santo Padre, obispo de Roma, Benedicto decimosexto de su nombre;
en el trigésimo sexto año del reinado de nuestro muy noble y honrado Señor, Don
Juan Carlos Primero el Rey, a treinta y un días andados del mes de marzo, dos
mil doce años.

ALABADO SEA

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